El problema es que de historia de la comarca yo no sé absolutamente nada, se empieza por cualquier sitio y se comienza a analizar la vida hazañas y árbol genealógico de cualquiera, y a partir de ahí la conversación sigue sin interrupción alguna con diversas ramificaciones aparentemente azarosas. Si uno permanece atento durante varias conversaciones como esas terminará sabiendo quien es el padre de cual chico hijo de madre soltera o cuantos abortos tuvo tal otra o si una tercera se casó de penalti o por interés. De hecho se considera de buen gusto atender y aprender para luego, cuando te haces mayor, poder trasmitir ese legado y añadiendo las vidas y hazañas de la gente de tu generación.
Todo esto con volumen de conversación muy alto y recurriendo al grito cuando aparece una contradicción, no siempre gana el que grita más pero si consigue más atención en busca de apoyos, que no tienen por que producirse. En todo caso una contradicción entre informaciones de gentes distintas supone un alto volumétrico de muchos decibelios. Una conversación con varias contradicciones es casi seguro un dolor de cabeza para la gente que como yo gusta del silencio.
Yo aguanto lo que puedo, en serio que si, me abstraigo pensando en que cuando consiga escapar haré un post sobre ello o alguna otra tontería, me concentro en el sufrimiento que padece mi sistema auditivo, o en lo absurdo que me resulta que el tejido social en las parroquias rurales gallegas esté tan entrelazado como para que te puedan recitar un árbol genealógico completo con detalles vitales de cada miembro familiar, directo o político. Me resulta una atmósfera opresiva, agotadora, incluso acusante cuando comienzan a hablar de gentes de mi generación casados y con hijos y me preguntan que es de mis relaciones afectivas. A veces me dan ganas de mandarlos a la mierda y llamarles de todo. Otras veces entiendo que soy minoría en la mesa y que el raro soy yo. Y que cuando hablo de mi nacionalismo gallego me salto voluntariamente las cosas de la cultura que me desagradan, como por ejemplo esta combinación de historia y marujeo elevado a razón cultural última en casi toda conversación familiar. Aprendí cosas de fútbol para las sobremesas, aquí ni siquiera esa formación voluntaria y francamente absurda me sirve de salida.
Me consuela saber que de mi vida no saben nada, al menos seré asocial y callado e incapaz de encontrar mujer, y muy bajito y que estoy engordando, y podrán recurrir a anécdotas de mi niñez, pero eso es todo. No es que sea de otra generación, es que soy de otra civilización. Y afortunadamente no soy el único, hay otros como yo, pero sus fiestas parroquiales son en las mismas fechas que en mi casa y tienen comida familiar propia, pero al menos representan una salida digna en bodas y bautizos y estas cosas...
Una cosa que nunca sabrán es que he hecho este retrato de la comida de hoy, los blogs son algo que ni se les ha pasado por la imaginación. Y no es que sean gente atrasada, a su nivel esta generación de la que hablo fueron unos revolucionarios, fue la generación que trasformó Galicia desde la sociedad medieval (economía basada en agricultura y con una parte de negocio con dinero y otra parte con intercambio) a una sociedad industrial. Mi generación representa el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información, también una generación revolucionaria, pero claro, al final nos sentamos a la mesa gentes que pertenecen a tres civilizaciones diferentes, es normal que haya problemas de comunicación e intereses distintos.