Hay una parte de cierto, o eso supongo, pero también hay una parte de falsedad en esa imagen. Hoy en El Mundo viene un extenso artículo de dos páginas de Javier Espinosa, enviado especial en Palestina. Nos habla de dos empresas y dos barajas, una palestina con imágenes de muertos y resistentes que coleccionan los niños palestinos, en ella no hay imágenes de ningún suicida. La otra es una baraja que se vende en Israel, en realidad dos barajas, una con líderes palestinos buscados para asesinarlos, la otra con líderes palestinos ya asesinados. Ambas configuran las dos caras de una cultura de guerra que se ha hecho presente en Palestina:
El Album de la intifda y el Game Over forman parte de esa "cultura de la muerte" que critica Aatef Saad, responsable del Centro de la Juventud de Nablus, y contra la que intenta luchar en la ciudad de Cisjordania con sus exiguos medios. Quince computadoras. Sesiones de teatro y danza. Clases de inglés, de democracia y derechos humanos...
"A nuestros programas asisten 3412 menores. Intentamos explicarles que aunque vivan en la oscuridad en el futuro podrán ver la luz. Les ponemos flores en las mesas para que no huelan sólo a cementerios", añade.
El artículo sigue explicando los problemas de esa ciudad, la pérdida de control de la autoridad palestina y la inevitable caída del poder en manos de bandas de matones. Como algunos reclutan niños y como las autoridades intentan evitarlo. Periódicos se comienzan a alzar contra el uso de los chiquillos. Los grupos siguen intentándolo.
"Raed Jweirah, de 26 años, explicó que a cambio de convertirse en un kamikaze su hermano Tamer consiguió 45 dólares, un móvil y un pantalón y una camiseta nueva. El padre del menor, Masud Jweirah aseguró que tras protestar ante los responsables del grupo radical, éstos se excusaron diciendo que se habían equivocado con la edad de Tamer" Tamer tenía 15 años. Los radicales que menciona era la Yihad Islámica.
La madre de otro menor asegura que "Dios castigará" a quienes indujeron a su hijo, pero simplemente porque "todavía es muy pequeño". La señor defiende el recurso a los hombres bomba "porque no podemos enfrentarnos con piedras a tanques y aviones".
Mas adelante:
"Los niños palestinos se han acostumbrado a la muerte porque eso es lo que les trae a diario la ocupación. Es difícil luchar contra esa desesperanza, que a la postre es lo que hace que sean presa fácil para cualquiera que venga y les prometa un paraíso lleno de mueres" dice Saad.
En su institución, el psicólogo Sami Duglas reconoce que el tristemente célebre estudio del doctor Edad El Sarraj, director del Centro Psiquiátrico de Gaza, que aseguraba que uno de cada cuatro niños aspira a convertirse en Shahid, se aplica "perfectamente" a la realidad de Nablus.
El pasado enero, el prominente columnista Hasan al Batal, escribió en Al Ayyam, periódico de la Autoridad Nacional de Palestina un artículo contra el uso de adolescentes y madres como suicidas.
El artículo finaliza con una terible estadística en la que se critica la ocupación israelí, en la cuidad, de 200.000 habitantes han muerto 22 niños desde el inicio de la intifada. Imposible que una sociedad sobreviva a eso, imposible que un niño no conozca a algún amigo que resultó muerto, imposible tener esperanza.
El artículo no lo he visto en la web, sólo en la edición de papel.
Los fragmentos están seleccionados para no copiar todo el artículo, pero merece ser leído en conjunto. En todo caso me da una imagen que creo más realista que la que se lee en otros lados. No por ello menos cruel. Interpreto que los integristas y fanáticos son menos, que reclutan niños pero contra la opinión de la sociedad palestina, e interpreto también que con un estado fuerte no tendrían esa libertad para hacerlo pero que la pérdida de autoridad debida a la ocupación es lo que les da el poder que ahora tienen. No arregla nada, no veo salida tampoco porque la presión israelí va en aumento. Pero al menos ya no me creo que todos los niños palestinos quieren ser suicidas con el consentimiento de sus adultos. La vida es cruel, el fanatismo crece, pero no es la cultura de la muerte al nivel que se dice por ahí.