Así que se sorprendió mucho cuando tía Petunia lo llamó sin que su tío ni su primo estuviesen presentes. Estaba completamente pálida y cuando habló lo hizo tartamudeando, era evidente que estaba completamente frustrada y enfadada.
- Me ha escrito Dumbledore. Vas a tener una visita durante el tiempo que estés aquí, una tal Lalaith va a venir a ayudarte a mejorar tu oclumagia.
- Oclumancia -Respondió Harry automáticamente.
- Lo que sea. Pero tendrás que cederle tu cuarto y volver a dormir bajo la escalera, o que ella duerma bajo la escalera. En ningún caso Duddy dormirá con un anormal.
- ¿Ella?
- Estará aquí mañana. Por dios, espero que sepa comportarse.
Las últimas palabras las escupió con un desprecio infinito, era evidente lo que representaba para ella tener a dos magos durmiendo bajo su techo. Estaba claro que si por ella fuese los echaría, tenía que haber sido muy presionada para aceptarlo, y ahora él sabía quien era el que la presionaba.
Antes que su sentido común pudiese evitarlo le gritó a su tía.
- RECUERDA EL ÚLTIMO.
Tía petunia se dio media vuelta y sin mediar palabra la arreó un sonoro bofetón.
- Esto no lo hago por tí imbécil, por mi parte no me importaría que Lord Voldemort te matase, lo hago por el recuerdo de mi hermana. Pero se te está acabando el chollo, nada me obliga a aguantarte ni un día más, así que será mejor que no fuerces las cosas.
Harry se quedó helado, una parte de él hervía de ganas de devolverle el golpe, pero otra parte se quedó congelada, con un cierto miedo por lo que su pequeña broma podía haber representado. Se vio tratando de explicar a Dumbledore por qué le habían echado de casa y sintió una enorme vergüenza.
- Perdón -Musitó. Y acto seguido subió a su cuarto para encerrarse allí. Comenzó a recoger las cosas por si tenía que dejar el cuarto, avergonzado de que su irresponsabilidad hubiese estado a punto de jugarle de nuevo una mala pasada. La última vez había muerto Sirius.
Se detuvo un momento, frente al espejo de la cómoda y se miró. Ya no era un niño, era un adolescente de casi 16 años con una cicatriz en la frente, pero aquella era sólo la más visible de las cicatrices. Dentro estaba otra cicatriz, más grande, que representaba a Diggory, un amigo que había muerto por un error suyo, y estaba la otra, enorme, todavía sangrante, la cicatriz de la muerte de Sirius. El espejo le devolvió la imagen de un adolescente con el rostro rojo por un golpe y las lágrimas corriendo por las mejillas. Aquella cicatriz no cerraría nunca, ni aunque hubiese acabado con Lord Voldemort conseguiría tener de nuevo a sus padres, ni serviría para resucitar a su padrino. Sirius había llevado una vida miserable, criado en casa de los Black, con un breve intervalo con los Potter, su única época feliz, para pasar luego a Azkabán y una vida de fujitivo. Debiera haber tenido una segunda oportunidad de ser feliz, pero él lo había evitado, él había conseguido que lo matasen.
Y aquello no había sido suficiente para conseguir meter un poco de sentido común en su dura cabezota, había tenido que forzar las cosas ante su tía. Podría haberlo echado de casa, y con ello habría dejado sin efecto la protección de su madre, habría conseguido que su sacrificio por él hubise sido en vano. Se sentó en una esquina de la habitación, en el suelo, dejando que el frío de la pared penetrase en su espalda, y esperando a que dejase de sacudirse rítmicamente. Apenas pudo dormir aquella noche, volvía a tener pesadillas, pero éstas ya no tenían nada que ver con lord Voldemort.
"Ella" apareció al día siguiente y ante la sorpresa de todos resultó ser una niña menor que él, de unos doce años. No la conocía de nada y estaba seguro que no era de Hogwarts porque no le sonaba en absoluto. Se presentó con una maleta y dijo llamarse Lalaith, tenía un rostro moreno y era una chiquilla muy guapa, tenía los ojos grandes y castaños, facciones redondeadas y vestía ropa muy informal, de hecho parecía una especie de hippie en miniatura, aunque no llevaba ningún collar ni ningún otro tipo de abalorio, excepto un anillo en el dedo índice de la mano derecha, un simple aro plateado.
- Hola -Dijo nada más llegar- Mi nombre es Lalaith. ¿Alguien puede decirme donde está el cuarto de debajo de la escalera? Según me han dicho dormiré allí. -Hablaba un perfecto inglés, pero se notaba claramente que era extranjera, probablemente española, lo que cuadraba con sus rasgos morenos y latinos.
Harry estaba acostumbrado a las arañas, y al polvo, y a los ruídos que se notaban cada vez que alguien bajaba la escalera dando saltos, especialmente si era alguien del tamaño de un gorila y más o menos la mitad de su inteligencia. Había dormido allí muchísimos años, y no le parecía en absoluto razonable que una niña se metiese en ese cuarto.
- No, dormirás arriba, en el cuarto pequeño, yo dormiré bajo la escalera.
- Vale, dime donde es.
Ninguno de los otros parecía reaccionar, era obvio que ellos tampoco se esperaban una niña. Tía Petunia estaba con la boca abierta, sin habla, y su tío Vernon parecía su calco en versión gorda y con bigote. En cuanto a Dundley su reacción era mucho más extraña, y si Harry no lo hubiese creído imposible juraría que el otro estaba, casi, como... ¿celoso de Harry?
- Sígueme. dijo Harry.
- Tú debes de ser Harry -Lo miró un momento y Harry notó una sensación rara- Sí, lo eres -Y se acercó y le dio dos besos en ambas mejillas.
- Y usted debe de ser la señora Petunia. Esto es para usted. Aquí hay unas 600 libras, considero que es dinero suficiente para pagar mi estancia, de hecho más que suficiente porque como poco, pero es lo que me han ordenado entregarles. Por cierto, a ver si se pasan al euro que he tenido que ir a un banco a cambiarlos y me han cobrado comisión.
- Y ustedes deben de ser Vernon y Dudley. Encantada. ¿Vamos Harry? Ah, me olvidaba, tengo una carta para tí -Añadió entregándole un sobre.
Dejó a Lalaith en su cuarto mientras él bajaba sus cosas al de debajo de la escalera, donde casi no tenía sitio para dejar su maleta y mucho manos para desacerla. Lalaith lo siguió y prácticamente le obligó a volver a subirla y hacer que compartiesen el armario.
- Simplemente no entres sin llamar y listo.
A Harry le hubiese gustado discutirlo, pero tenía prisa por leer la carta, que como había imaginado era de Dumbledore.
Hola Harry. Severus se ha negado en redondo a volver a darte clases de oclumancia y me temo que no puedo prescindir ni de mi mismo ni de ningún otro mago cualificado para darte clases. Te envío a esta amiga mía con la seguridad de que dentro de dos días ella habrá convertido tu vida en un infierno, no sólo es habladora y entrometida, sino que es una auténtica experta en leer las mentes. Lo cual resulta curioso porque no tiene ninguna otra cualidad mágica. De hecho estudia en un colegio muggle donde lleva años sacando las mejores notas, claro que no tiene mérito si las preguntas que no sabes las puedes leer en la mente de tu profesor. Con todo es una chica muy inteligente.
Le he ordenado que averigüe todo lo que pueda sobre tí, así que como no te pongas en serio pronto sabrá tus más oscuros y ocultos secretos. Y tú deberás tratar de saber todo sobre ella, será para ambos un jugoso aprendizaje de oclumancia. Ahora que conoces lo básico sólo necesitas mucho entrenamiento.
Mi orden es que no te cuente absolutamente nada de su vida, tendrás que averiguarlo por tí mismo, si es que puedes vencerla... pero te doy un pequeño aliciente, el apellido de Lalaith es Evans.