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By Akin since 2002
Hoy me he encontrado que un mueble-librería que tenía por aquí, a donde iban a parar todos los papeles inútiles o inutilizados, se ha torcido con amenaza de venirse abajo completamente. Así que me ha tocado descargarlo de peso a la espera de que mi carpintero habitual (que además es quien lo hizo) venga a recolocarlo y apuntalarlo a la pared.

Mientras tanto me he asombrado de la enorme cantidad de cosas que tenía ahí, la inmensa mayoría en el olvido. Libros de armamento, revistas de ecologismo, una enorme colección de revistas de baloncesto de 16 años de antigüedad (¿valdrá algo en eBay? ¿Debería tirarlas ya o esperar un tiempo a ver si se revalorizan?), un montón de obras de literatura clásica, gallega y castellana, y una buena parte de literatura inglesa traducida (Lord Byron o Shackespeare por ejemplo) en libros de tapa blanda, junto a una no inferior colección de libros infantiles, fantásticos o de ciencia ficción, muchísimos de ellos ya con moho fruto de algunos problemas de humedades en los diferentes sitios donde han estado.

La Enciclopedia del Saber junto al Diccionario Enciclopédico Ilustrado de CREDSA, al lado ambas de una Larousse Juvenil que juro que no sé cuando entró en casa (y todo libro que ha entrado en los últimos 25 años ha contado con mi visto y place) y una pequeña enciclopedia de buena encuadernación y actual de monumentos y lugares hitóricos de España.

Libros de texto... docenas, míos y de mi hermano pequeño, desde EGB hasta un tocho de Química General de Masterton. Y apuntes por cientos de folios de la carrera.

Revistas de fotografía, manuales de móviles que pesaban medio quilo (los móviles) y un montón de cosas más que jamás deberían haber sido almacenadas (revistas de televisión, del concello de Santiago, publicidad en papel de la que dejan en buzones...)

Una parte de eso ya sé que no volverá a su antiguo sitio, el fuego será su final (libros de texto de EGB y revistas inútiles) pero la inmensa mayoría sí lo hará, a pesar del moho, de que sé que es casi seguro que ni yo ni nadie los leerá más. No puedo tirar 16 años de aficción al baloncesto aunque a nadie le importa cuantos puntos metió Villacampa en su tercer partido de la liga del 91, Norris está en algún lugar de esas páginas, y Norris fue el jugador que afianzó mi afición al baloncesto que había empezado el año anterior con aquella increíble tripleta exterior del Barça formada por Solozabal, Epi y Sibilio. No podría explicarle a Álvaro Cunqueiro porque ya no me interesa su Se o vello Simbad volvese ás illas y sé que el fantasma de Hamlet me perseguirá si tiro la edición barata de su historia aunque en mi librería particular lo conservo con una mejor calidad.

No sé si volveré a leer La Celestina, o El sí de las niñas, o Fausto o si alguna vez releeré ese gordísimo libro de Dostoievski que leí a los 12 años, pero sí sé que si alguno de esos libros lo quiero leer en mi vejez lo tendré en formato de libro electrónico gratuito, que ni mis hijos (que dudo que tenga) ni mis nietos mirarán esos viejos tomos en papel sucio. Que nadie que entre ahora de visita me pedirá llevarse un libro con hojas amarillentas.

Y sin embargo, como chico solitario que siempre he sido, gran parte de mi vida está en esos papeles, todavía me sé en que palabra empieza y termina cada tomo de cada diccionario, que en las Maravillas del saber la halterofilia tiene erratas y dice pesos que jamás nadie ha levantado o el párrafo inicial de aquel libro que me debí leer 50 veces entre los 11 y los 15 años. Me sé todo eso y sé que no puedo simplemente quemar ese papel, la simple idea me pone en un casi-estado de pánico y me provoca escalofríos, no es inquisición, no es quema de todo libro como en Farenheit 451, es simplemente que quemar un libro es sacrilegio, cada palabra escrita e impresa es el trabajo de un artista o de un trabajador, la obra de una vida y la historia de mi vida, miles y miles de horas leyendo, miles y miles de personajes históricos o de ficción, miles de historias.

Supongo que algún día tendré que ceder y deshacerme de todo eso, pero por ahora no, la casa es grande y aún encontraré un hueco donde dejarlos un poco más, unos años más de vida para unos libros, y para unos recuerdos.

Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero algunos de esos tiempos pasados fueron realmente buenos.

A Jack, George, Lucy, Dolly y Kiki le quedan aún unos años de vida, hemos corrido demasiadas aventuras juntos para traicionarlos así como así.
01:00 del 2004-10-12 # 0 Comentarios

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