Sr. Akin:
No tenga usted dudas de que acierta en su última frase. Venir ahora con el revisionismo de la guerra civil no es más que otro elemento de este intento involucionista que día a día contemplamos en la COPE, en la Conferencia Episcopal, en Libertaddigital, en la extrema derecha del PP que actualmente ocupa puestos de responsabilidad en el partido y en tantos otros lugares.
Ojo con Moa. Desde siempre se sospechó que el GRAPO era un grupo montado desde los gobiernos franquistas (de otra forma es difícil explicar, entre otras cosas, cómo y por qué conocidos dirigentes del mismo hacían ostentación de su condición, en conversaciones a voz en grito y aliento de elevado grado alcohólico, en tabernas y night-clubs de Vigo, por ejemplo, sin ser detenidos ni tan siquiera amonestados por la policía secreta-pero-menos presente en el local). De Pío Moa siempre se dijo que era un agente de la policía. Su biografía avala esa vieja sospecha.
Ya entrando en su intento de comprensión de nuestra historia reciente, mi primera recomendación es la de que procure no caer en la trampa tendida por esta panda de golpistas: entrar en el terreno de los detalles descontextualizados. Hay quien llama "presentismo" a eso: consiste en contemplar los hechos del pasado como si hubiesen tenido lugar a fecha de hoy, en el ambiente social de hoy, y aplicándoles las valoraciones de hoy. No hace falta que le explique que la tergiversacion, con tal enfoque, está en su misma base.
He leído en algunos comentarios que Largo Caballero "era un cafre". Pues estamos buenos. Es un buen ejemplo de lo que le planteo. Hoy, si alguien hiciese los planteamientos de Largo Caballero, sería un cafre. Pero en su momento esos planteamientos no tenían nada de cafre. Podían ser acertados o no (la historia, que es implacable, deja claro que fueron desacertados, pero eso sólo se sabe a posteriori), pero de cafres no tenían nada: estaban sobradamente acordes con la marcha de su tiempo. ¿Hay que recordar que en esos años andaban las SS y las SA jugando a las Noches de los Cuchillos Largos? ¿Ya se ha olvidado de que menos de veinte años antes había tenido lugar la revolución soviética?
A mí no me parece que "Bird", la peli de Clint Eastwood sobre Charlie Parker, o "Mujeres al borde de un ataque de nervios", de Almodóvar, sean películas prehistóricas. Ambas son de 1988. Juan Pablo II llevaba ya diez años como Papa de la cristiandad, Gorbachov estaba en pleno proceso de reforma del estado soviético, España era ya un país democrático normalizado (habían pasado siete años desde el intento de golpe de Tejero), Felipe González sufría la primera paralización del país por huelga general desde 1934, a Manuel Fraga le faltaban tan sólo unos meses para asumir la presidencia de la Xunta de Galicia, y una organización llamada ARP publicaba su boletín con Félix Ares de Blas, Luis Alfonso Gámez y Jesús Martínez Villaro como editores. No me parecen tiempos prehistóricos; al contrario, los protagonistas de entonces son en general los mismos de ahora, y los problemas de los que más se habla (paro, ETA) estaban ya ahí desde hacía bastante tiempo. Es un tiempo próximo, casi actual.
¿A qué viene esto? A que la distancia que separaba a la revolución rusa de los protagonistas de los hechos de 1934-1936 es la misma que nos separa a nosotros de los momentos que acabo de evocar. No era algo del pasado; era presente, actuaba. Sólo hacía diez años que Lenin había fallecido y Stalin se había hecho con el poder. Añada además que no había internet, ni tan siquiera televisión, y la "sociedad de la información" no había nacido ni siquiera como sueño, por lo que los detalles no fluían y las líneas generales de pensamiento o de programa pesaban mucho más.
Largo Caballero era un contemporáneo de Lenin, Stalin y Trotski como Franco, Mola y Queipo eran contemporáneos de Hitler; de la misma forma que Zapatero es contemporáneo de Jospin y Blair, o que Aznar, Acebes y Zaplana son contemporáneos de Bush.
Y ése era el ambiente, Sr. Akin. Unos organizaban revoluciones y otros montaban holocaustos de judíos o de rojos. Un ambiente duro, infinitamente más duro que el actual. Para entender lo ocurrido creo que debe empezar por ahí: por ver cuál era el ambiente político y social europeo en el que tienen lugar los hechos. Sólo desde esos parámetros pueden comprenderse y valorarse las posturas de unos y de otros, nunca desde el momento actual.
Intentar la revolución era algo a la orden del día, algo posible como mostraba Rusia. ¿El stalinismo? Todavía no existía, y si existía estaba teniendo lugar en esos momentos. Nada tiene que ver nuestro juicio actual con lo que percibían (lo poquito que percibían) los protagonistas de la época.
Pretender, como hacen los tergiversadores de la historia que sobradamente conoce, que Largo Caballero (ya no el PSOE, como dicen) intentó un golpe de estado en 1934 no es más que un engaño. No iba de eso: iba de revolución. E intentar la revolución en 1934 no era ni cafre ni anacrónico.
El levantamiento de 1936 es otra cosa. Eso sí que es un intento de golpe de estado. Un golpe que, al fracasar, se enquista y se convierte en una guerra civil. Nada que ver con 1934.
Y un golpe de estado militar, en la Europa de 1936, sí que era algo anacrónico. Era algo del siglo anterior, del XIX, un siglo en el que pronunciamientos y levantamientos militares sí que estuvieron a la orden del día.
Los sediciosos del 18 de julio no sólo fueron traidores y antidemocráticos (y ojo, que la democracia no era un valor en aquellos momentos como lo es hoy), sino que fueron reaccionarios, profundamente reaccionarios. Aplicaron fórmulas políticas del siglo anterior, y, dejando aparte los muertos de la guerra, hicieron que España se enquistase políticamente durante largas décadas. De hecho, España no entra políticamente en el siglo XX hasta 1977. Nada más que con tres cuartos de siglo de retraso. Y todavía hay imbéciles que pretenden que les demos las gracias.
Unos militares decimonónicos, llenos de soberbia, de ínfulas y de pretendida superioridad, pretendieron hacerse con el gobierno mediante un levantamiento. No faltó quien los siguiese, con un espíritu que refleja bien Celso Emilio:
Aquel señor burgués, condecorado,
Usía ou Excelencia, ben cebado,
que ronca con placer na noite longa
e ten muller feliz de teta oblonga
e dous fillos pequenos (deportistas,
un pouco libertinos, falanxistas,
idiotas pola nai, polo pai grosos),
póndo dentes de can que venta os osos,
ponse a rosmar, e morde:
"¡Eu prefiro a inxusticia ó desorde!"
Los obreros, mientras tanto, reclamaron armas y salieron a la calle a defender la República y, ya puestos, a hacer su revolución.
Y nosotros, aquí estamos. Sin revoluciones y sin holocaustos, aunque hay quien parece querer convencernos de volver a ellos. Creo que se merecen nuestro más colosal corte de mangas: ahí va el mío.
Ánimo con su intento, y un abrazo.
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