Un vecino vino con su tractor a hacer el trabajo mecánico, y una prima y su marido vinieron a ayudarnos en la tarea manual de la siembra. No se pagó al del tractor porque fue una ayuda desinteresada, como las que nosotros hacemos por ellos de vez en cuando, y a los familiares que vinieron a ayudar se les 'pagó' con la merienda, a base de jamón casero, quesos varios y cerveza. Al paisano del tractor le ponemos una manguera con agua de nuestra fuente hacia su leira (finca), para que sus vacas puedan beber cuando tengan sed, y de este modo se puedan pasar el día en la leira, entre ordeño matutino y nocturno, y no sea necesario llevarlas a sus establos a mediodía para que beban.
Recuerdo también algo que ahora ya no veo, porque quien conserva tierras y motivación para trabajarlas suele tener ya una maquinaria completa que haga que no sea necesario; pero cuando yo era muy niño las tareas duras que se debían hacer en un tiempo limitado, como era la cosecha del trigo, se hacían entre docenas de vecinos, hombres mujeres y niños, con un sistema perfectamente organizado que hacía que se optimizasen recursos y tan perfectamente conocido que no se perdía un instante en organización. Los hombres a las tareas más duras, las mujeres a las que necesitaban más destreza, y los niños a esas que no necesitaban nada especial salvo que alguien estuviese allí y lo hiciese (como empujar el grano para que no desbordase de un barril, o pisar la paja para que ocupase menos, y tonterías así)
Hasta dónde yo sé, nunca se pagaba por ese trabajo, simplemente se devolvía el favor cuando el otro lo necesitaba, tampoco recuerdo que se llevase una cuenta de favores ofrecidos/aceptados, aunque es posible que siendo tan crío no me enterase del asunto. Cualquier trabajo comunal de esos terminaba siempre con comilona o cena más que surtida, que los gallegos, hasta los pobres, siempre han considerado que si tu invitado no sale de tu casa a punto de reventar es que no has sido un buen anfitrión. Como me contaban mis abuelos, el día de la fiesta local ofrecías de todo hasta dejar agotados de comer a los invitados, aunque luego estuvieses un mes pasando hambre.
Cuando echo la vista atrás, o veo detalles como el de ayer, me convenzo realmente de que no es cierto que la gente sea egoísta por naturaleza como defienden los adoradores del mercado. Al menos en la sociedad más primitiva que yo he conocido: el rural gallego (que en mi niñez ya era 'razonable' pero que para la generación de mis abuelos era absolutamente medieval, con una pura economía de subsistencia y mercado de trueque)
Es cierto que había un férreo concepto de lo privado en materia de fincas, y que de hecho el mover un 'marco' (piedra que delimitaba la esquina de una finca) podía dar lugar a una disputa violenta. La tierra era la única fuente de riqueza, y alterar eso era un crimen tremendamente deshonroso. Pero sin embargo no recuerdo que eso sucediese con otras cosas, el que tenía una cosechadora de maiz mecánica (movida por tracción animal eso sí) podía encontrarse que estaba fuera de su casa durante semanas si no la necesitaba, esas cosas se prestaban al vecino sin problema alguno, y de éste pasaban a un tercero o a un cuarto, según fuesen necesarias. El día de siembra se iba organizando en función de que determinadas herramientas quedasen libres. O al que se le rompía un apero de labranza iba a buscar otro a una casa cercana mientras no tenía tiempo de ir a comprar un sustituto. Cuando comenzaron a llegar las máquinas más complejas (como ensiladoras o empacadoras) era muy frecuenta que se comprasen entre dos y hasta tres vecinos (aunque esas máquinas caras luego se amortizaban en parte si se usaban para hacerle el trabajo a alguien que no era vecino/amigo/pariente, que a esos sí se les cobraba)
No quiero tampoco dar la impresión de que era un mundo feliz, había disputas, rencillas familiares y vecinales y algunas enconadas que terminaban pasándose en herencia a hijos y nietos, en un absurdo que sólo mi generación comenzó a superar. Yo me llevo bien con los nietos del enemigo de mi abuelo, afortunadamente. No es eso lo que planteo, sino el hecho de que una sociedad que no compite sino que colabora, en la que las cosas necesarias pueden ser de uso comunal, es algo que no sólo es posible sino que es algo que he visto.
Y otro ejemplo es el agua, bien muy preciado para los campos, que siempre se ha repartido sin problemas entre los vecinos (salvo algún tramposo ocasional que se ganaba una pésima reputación) sin que nadie tratase de sacar ventaja, recuerdo que una vez a la semana mi padre iba a la zona del riachuelo con una azada y tapaba las entradas del agua del campo del vecino y abría las nuestras, al día siguiente otro vecino haría lo mismo y así regularmente durante años.
¿Somos todos egoístas competitivos y eso es lo que hace que el liberalismo sea la única organización posible? No, yo ya he visto un contraejemplo. Si todo ese organigrama de ayudas y reparto hubiese estado dominado por un afán y una mentalidad mercantilista todos habrían salido perdiendo. No me imagino a nadie pidiendo dinero por el alquiler de su cosechadora, o que el proceso de cosecha implicase pagar a cincuenta vecinos por un día de trabajo. Estoy segurísimo que de hacerlo así el número de jaleos se hubiese disparado hace tiempo y al final todos o casi todos buscarían el modo de trabajar en solitario aunque los trabajos se alargasen en el tiempo, estoy seguro de que todos o casi todos perderían con el cambio.