Supongo que este post de Manel Gozalbo, de Hispalibertas, viene bastante a colación. Lo pego entero. Conviene verlo original por enlaces y cursivas, además de permitirnos disfrutar de una posible réplica de Ricardo RVM.
La izquierda sin remedio
El post sobre Manu el censor, motivado por el hallazgo de la firma de Manu suscribiendo determinado manifiesto donde se solicita la retirada de Federico Jiménez Losantos de La Mañana de la COPE, ha dado ocasión a que se presentara en HispaLibertas™ el mismísimo autor nominal del manifiesto, el que pone la cara, Ricardo J. Royo-Villanova y Martín, aka RicardoRVM. No termino de entender, ahora que releo su primera intervención, si es que se ha sentido atacado elípticamente en su presunto amor por la libertad o que, mandíbula de izquierdas, no ha encajado bien algún comentario mío que no le tenía a él precisamente in mente. Como fuere, el elefante en cacharrería ha pluralizado sobre troyanos y más troyanos y, en un párrafo plagado de erratas, ha protestado que yo no hubiera leído el manifiesto y que lo descalificara sin un razonamiento ni un argumento. Le he replicado que lo leí antes de comprobar las firmas, pero de estas cosas liberticidas ya he visto bas-tan-tes en las últimas semanas y me empiezan a aburrir, así que me ha parecido más trascendente indicar a los lectores de esta bitácora que uno de sus comentaristas favoritos, Manu, lo había suscrito. Para aliviarle las suspicacias, empero, le he prometido a Ricardo que esta noche le explicaría por qué su manifiesto no se tiene en pie. Tal es el objeto del quilométrico artículo que tienes en pantalla.
Ains. Hay eternidades que no está uno para nada: ¡frussss! Espada láser verdecita. Momento fisking. Cuando termine, alguien que lo sepa que me explique por favor a como está la hora de operario de camisa-de-11-varas para pasarle una facturita a FJL.
El manifiesto se titula así: Iniciativa ciudadana por la retirada de Federico Jiménez Losantos de La Mañana de la COPE. No se requiere diccionario. Está claro: que le echen. Que se quede sin trabajo en La Mañana de la COPE. Que le despidan. Se intuye, por tanto, que, gracias a Aznar, la izquierda ya no está preocupada por el paro. Bien está. Si cuela un consejo, pienso que a partir de ahora debería preocuparse por la coherencia: «No sé si le deben despedir o no. En eso no entro, pero deben obligarle a trabajar con un mínimo de rigor profesional». RicardoRVM dixie y pixie.
Pórtico del manifiesto:
Nosotros, ciudadanos libres y preocupados por el clima político en que se está sumiendo poco a poco la sociedad española; demócratas convencidos; afines a diversas ideologías políticas a derecha e izquierda; creyentes y no creyentes, ateos y agnósticos, católicos y fieles de otras confesiones, nos dirigimos a la Conferencia Episcopal española para realizar las siguientes reflexiones:
¿Algo digno de destacar? Sí, por supuesto. Los firmantes del manifiesto, demócratas convencidos y ciudadanos libres pero no muy espabilados, no contemplan la evidencia de que un clima de tensión se debe a la existencia de dos o más fuerzas contrapuestas. Ellos, convencidos demócratas y libres ciudadanos aunque despiertos del todo no, se dirigen preocupados a una sola de las fuerzas, que no tan extrañamente es la que ven estirando del cabo opuesto al suyo. Todo un festival de imparcialidad observadora merecedora del púlicher, arrebato de democrático y libre civismo que aparece corroborado por los compasivos comentarios que algunos firmantes del manifiesto han tenido a bien comunicar al respetable: «A este hay que ponerle de patitas en la calle. Que vaya a agitar los cubos de basura que no hay mucha diferencia con él.Segurito que no se dá ni cuenta». Semejante espíritu de concordia es el que anima también a Ricardo cuando se refiere a la nerviosa jauría, o cuando tacha a Luis Herrero de ultra, o cuando define a los verdaderos católicos como aquellos que discrepan de la jerarquía, o cuando recurre al siempre angelical facha para enfatizar su cariño nada crispador por el contrario político, o cuando... en fin, su blog está ahí para que cualquiera rescate cuantas perlas de hermandad cívica necesite. Quicir, y perdónese el galimatías cacofónico, quienes proponen y firman el manifiesto dicen lo mismo que dicen que dice FJL y no redactan manifiestos contra sí mismos. Es evidente por qué: porque son demócratas convencidos y ciudadanos libres.
1. El derecho a la información corresponde a todos y a cada uno de los ciudadanos y a la sociedad en su conjunto. La prensa, la radio y la televisión, así como quienes en ellos desarrollan su labor profesional son los mediadores de este derecho de la sociedad y tienen por ello una importantísima responsabilidad: contribuir a la formación de la opinión pública desde el ejercicio de la información.
El punto 1 es un acopio de palabrería huera. Lo malo, sin embargo, es la radical falsedad que subyace y el peligro que encierran los sujetos que hacen de la falsedad bandera. El derecho a la información, a la luz del art. 20.1d de la Constitución, es un efecto social al que la ciudadanía tiene derecho: «1. Se reconocen y protegen los derechos ... d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión». Esto implica, licenciado Ricardo, que no puedes exigir a ningún medio en concreto toda la verdad ni toda la información, y que su actividad será libre y no punible en tanto en cuanto sea veraz, de interés público y no viole otros derechos cual el de la intimidad (art. 20.4). Como te he respondido en los comentarios, aquellos medios o periodistas que traspasan la raya de la ley terminan en tribunales. Mientras no la traspasen, ni tú ni nadie, con la excusa de que sus opiniones te preocupan o te crispan, tiene derecho a coartar su derecho de comunicar libremente información. La opinión pública se forma como suma de lo que place y de lo que displace, de lo que convence y de lo que no, de lo que dice —y cómo lo dice— la SER y de lo que dice —y cómo lo dice— la COPE.
2. La libertad de información es el contrapunto del derecho a la información. Si éste corresponde a los ciudadanos, la primera pertenece a los medios y a los periodistas. La correcta combinación de ambas es lo que da lugar a la una información realmente libre y eficaz. Sin el adecuado ejercicio de las libertades de información y expresión por parte de los periodistas y de los medios, la opinión pública queda secuestrada.
Donde pasamos de la palabrería huera a la picha hecha un lío. Firmantes, ah de la casa: la libertad de comunicar información y el derecho a recibirla no se contraponen: son la misma cosa vista en activa y en pasiva. No hay distinción entre medios y ciudadanos: todos somos ciudadanos. Al que informa, a su vez, le asiste el derecho a ser informado, y el que es informado tiene derecho a informar a otro. Por eso dice el artículo citado supra: "El derecho a comunicar o recibir...". De modo, firmantes, que dejaos de alquimias combinatorias. Los periodistas y medios solo tienen la obligación de ser veraces y no violar otros derechos constitucionales. Parece mentira que todavía haya que explicar estas cosas. La opinión pública está en peligro por la reducción de fuentes discrepantes de información y por la proliferación de oligopolios y monopolios, pero contra eso no se redactan manifiestos. Ugh.
3. Sin renunciar en ningún caso a la libre expresión de sus ideas –que es derecho inalienable, pero también obligación ineludible, de los periodistas y de los medios de comunicación- los informadores deben tomar cierta distancia del objeto de la información para evitar implicaciones personales que les impidan realizar su trabajo con honestidad. Si la objetividad es inexigible por imposible, los ciudadanos sí podemos reclamar a quienes administran nuestro derecho a la información que lo hagan desde la honestidad y con veracidad, y que nos proporcionen todos los datos que necesitamos para formarnos libremente una opinión y poder comprender la actualidad.
Donde pasamos de la picha hecha un lío al gorgorito desmelenado en campo primaveral. La libre expresión de las ideas nunca puede ser una obligación ineludible de los periodistas, porque —volvamos a los cuadernos Rubio y escribamos con redondilla lo siguiente:— nada obligatorio puede a la vez ser libre. Lo demás del párrafo invita a sonrisas varias. Es discutible que el informador deba distanciarse de la información; yo soy partidario, pero comprendo la validez de los argumentos de quien opina diferente. En todo caso, si a los firmantes os preocupa la distancia al objeto, el manifiesto, al ir dirigido solo contra un informador y no contra la totalidad de informadores, resulta manifiestamente parcial y por tanto recusable. La segunda sonrisa, que amenaza con devenir estruendosa carcajada, es la súbita aparición de la figura de los administradores del derecho a la información. ¡Válgame Lupita, que me saquen sangre si encuentran la vena! ¿Qué narices es eso de administrador del derecho a la información, si no una izquierdada? Los medios no administran derechos, Ricardo, los derechos nos pertenecen a todos los ciudadanos (lo que incluye, ya es mala leche, a los ciudadanos que informan); el TC, si se recurre a él porque de oficio no puede, y solo el TC, juzga y falla que a nadie se le prive de un derecho constitucional. Punto final. Nadie administra. Los informadores han de cumplir el art. 20.1d + 20.4: veracidad sin perjuicio de otros derechos. La ley no exige ser honesto, porque la honestidad, por su naturaleza subjetiva, es materia harto debatible y rara vez concluible. Y en resumen: los medios, que de ningún modo administran nuestro derecho a recibir información, no tienen por qué proporcionar todos los datos que necesitamos para formarnos libremente una opinión y poder comprender la actualidad. La libre expresión incluye, por si no lo sabes, el derecho al silencio.
Igualmente, estamos en situación de reclamar a los medios de comunicación y a los periodistas que no oculten los legítimos intereses que les mueven; que no utilicen prácticas propagandísticas para condicionar la formación de la opinión pública; que separen claramente la información de la opinión; que no empleen los medios de comunicación como instrumento meramente político; que no contribuyan a la división de la sociedad y al enfrentamiento entre los ciudadanos, y que no caigan en la difamación de las personas.
Donde pasamos del gorgorito desmelenado en campo primaveral a la fórmula pirata de la Coca-Cola. Ricardo, tu manifiesto da por sentado que existen intereses periodísticos y mediáticos distintos a los aparentes y públicos, lo que digo yo que siempre será cosa de averiguar casuísticamente y no a mogollón. Tu manifiesto no define qué son prácticas propagandísticas, y por tanto apenas cabe argüir al respecto. Tu manifiesto no concibe que información y opinión no son siempre separables: las frases "Ha estallado un coche bomba" y "Tengo para mí que un coche bomba ha hecho puuuuum" son plenamente equivalentes. Ocurre, empero, que mucho de lo que tú percibas como opinión habrá quien lo perciba como información, y viceversa. Pero mayormente: la opinión también es información, bájate de los manuales de estilo que no saldrás de gabinetes. Lo de emplear los medios como instrumento meramente político me parece tan claramente aplicable del Grupo Prisa que estoy tentado a creer que alguien ha metido un gol en propia meta. Y por último, lo de la división de la sociedad y el enfrentamiento ciudadano, ¿qué quieres que te diga? Yo me remito a que la tensión es producto de dos o más fuerzas contrapuestas. Lo grave, en todo caso, no es que los medios generen tensiones, divisiones o enfrentamientos, pues al cabo los medios son reflejos de la sociedad; lo grave es que dichas tensiones y divisiones las genere el Gobierno.
4. El Catecismo de la Iglesia Católica, entre su párrafos 2.493 a 2.499 se refiere al “uso de los medios de Comunicación Social”. En el párrafo 2.494, hablando del derecho de la sociedad a una información “fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad” recuerda que “el recto ejercicio de este derecho exige que, en cuanto a su contenido la comunicación siempre sea verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia, como en su divulgación”. Un poco más adelante, en el párrafo 2.497, el Catecismo señala que los responsables de los medios de comunicación “tienen la obligación, en su difusión de la información, de servir a la verdad y de no ofender a la caridad. Han de esforzarse por respetar con una delicadeza igual, la naturaleza de los hechos y los límites y el juicio crítico respecto a las personas. Deben evitar ceder a la difamación”. Más adelante, en el párrafo 2.498 se señala que “nada puede justificar el recurso a falsas informaciones para manipular a la opinión pública mediante los mass-media”, mandato que si bien se dirige a la “autoridad civil” es trasladable, sin duda, a los responsables de los medios de comunicación.
Donde pasamos de la fórmula pirata de la Coca-Cola al volumen primero de Teoría y Práctica de la Ley del Embudo. De repente, se os ha ocurrido que todos los principios generales y buenas intenciones anteriormente desglosadas solo son conculcadas por la cadena COPE, y para probarlo recurrís a comparar vuestra opinión de lo que dicha cadena emite con expresiones extraídas del Catecismo. Naturalmente, vuestra opinión es verdadera, lo que ataja cualquier atisbo de error y servirá inmediatamente para sentar cátedra.
5. El programa La Mañana de la cadena COPE, dirigido por Federico Jiménez Losantos, se caracteriza por el insulto y la bronca permanente contra todo aquel que no sea adepto a sus posiciones, así como por su tono siempre crispado y tenso. Además, el periodista utiliza todos los días un programa de carácter informativo como su tribuna política personal. Cualquiera que escuche habitualmente La Mañana de la COPE reconoce sin dificultad el ánimo de crispar a la sociedad y de crear enfrentamientos, calificando permanentemente de cómplices del terrorismo y de enemigos de las víctimas a los partidos democráticos que apoyan al Gobierno de la Nación y a todas las organizaciones y personas que no coinciden con sus postulados. Rectores universitarios, cargos públicos, organizaciones políticas y sindicales, y últimamente hasta el filósofo Fernando Savater, icono de la resistencia cívica contra ETA, son cada mañana blanco del periodista.
Donde pasamos del volumen primero de Teoría y Práctica de la Ley del Embudo al volumen segundo, con índice anotado de opiniones subjetivas (¿con qué maquinita infernal se ha comprobado su ánimo de crispar a la sociedad y crear enfrentamientos? Vuestra tecnología me supera). Es evidente, Ricardo y firmantes, que os disgusta FJL; vale, pues escuchad otra emisora. Es lo que yo hago, porque en eso consiste el derecho a recibir información: en tener opciones, en no quedarse sordo de actualidad por falta de informadores. Y si seré bendito, tú, que no escucho lo que no me gusta pero no reclamo que despachen a nadie, ya que considero que la libertad de expresión ajena es preferible a mi nivel de intolerancia. Antes que hacer callar a nadie prefiero llevar mis orejas a otra parte. Es todo tan obvio que lamento que seas incapaz de pesar la oceánica subjetividad de tu opinión, Ricardo (incluído el error de decir que FJL es periodista; no lo es: es filólogo y ensayista). Repitimus: FJL tiene todo el derecho del mundo a informar y opinar como le plazca, siempre que no traspase los límites de la ley. Que él diga Rovireche no es peor que tildar de facha a nadie, como haces tú. Si insulta, ¡plas!, querella al canto. ¡Ah, que no hay querellas? Será, pues, que no insulta, sino que te lo parece. Respecto de vuestra valoración de la coyuntura política actual según FJL, permíteme una observación personal: estoy tan harto de que me descalifiquen en plural —tú mismo lo hiciste ayer— que lo que le reprochas a FJL me suena a oldie but not goldie. Tú y yo no hemos hablado nunca, no nos conocemos, nuestros comentarios en blogs y demás inventos nunca han coincidido, ¿verdad? No me lees asiduamente ni has enlazado con HispaLibertas™ nunca, igual que yo no te leo a ti con frecuencia ni he enlazado con tu página hasta ahora, ¿cierto? Y sin embargo has entrado aquí, a mi blog, a decirme:
¿Pero qué os habéis creido en la derecha sin complejos? Primero, que vosotros sois los que decidís quién es buen español y quién no lo es, lo mismo con los católicos, luego con los verdaderos resistentes antietarras; os habéis apropiado de la constitución contra la que estuviésteis desde el principios y de la democracia contra la que luchásteis con todas vuestras fuerzas, y ahora resulta que vais a expedir certificados de liberticida a quien no comulgue con vuestras posturas. Es una pensa. Ni siquiera has leido el documento que creiticas y que descalificas, ni un razonamiento, ni un arguomento, simplemente decalificaciones. En fin, lo propio de vosotros.
No sé a ti, pero a mí me resulta todo muy parecido a eso que le recriminas a FJL. En tu manifiesto repruebas aquello que tú mismo has cometido aquí en este blog. Por eso te decía arriba que conviene una sesión intensiva de coherencia. La justificación que después has esgrimido («Si, es que no sólo te estaba respondiendo a tí, sino a toda una suerte de derechistas sin complejines que estos días, desde que la iniciativa está publicada, me atacan por todos los frentes al grito de ¡¡¡A por el liberticidaaaaa!!!!.»), ¿puedes admitírsela, salvando distancias y girando espejos, a FJL o solo vale para ti? ¿Estoy en mi derecho si concluyo que "reconozco sin dificultad en ti ánimo de crispar a la blogocosa y de crear enfrentamientos, calificando permanentemente de bla bla bla"? Porque insisto en que tú y yo no hemos conversado nunca, ni mediante voz ni mediante letra, hasta que te has dirigido a mí en semejantes términos y con las consabidas descalificaciones.
6. Entre el legítimo derecho a la libertad de expresión –que no lo olvidemos, no pertenece en exclusiva a los periodistas, sino que es patrimonio de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas- y el abuso de este derecho poniéndolo al servicio de sus intereses ideológicos y políticos personales, aprovechando para ello una tribuna a la que tiene acceso para cumplir con las obligaciones profesionales que, como periodista, tiene contraídas con la sociedad, hay un trecho muy largo, y Federico Jiménez Losantos lo ha recorrido con creces. Por otra parte, la práctica diaria que Jiménez Losantos hace del periodismo contradice todos los principios que sobre la comunicación social están recogidos en el catecismo de la Iglesia Católica y que hemos reseñado más arriba.
Donde pasamos del volumen segundo, con índice anotado de opiniones subjetivas, a las memorias del pato perdido en el garaje. A ver, insistamos: la libertad de expresión no tiene otro límite que el resto de derechos expresados específicamente en el art. 20 y en el Título I de la Const. en general. Si se transgreden, tribunales. Si no, ajo y agua y/o cambio de emisora. Libre expresión significa... uh... expresión libre de ideas, lo que significa que barrer para casa no es ningún abuso; trasponiendo analógicamente derechos, la Const. reconoce el derecho a no confesarse culpable, a no declarar contra uno mismo, etc. (art. 24.2), y hete aquí que la ristra de firmantes del manifiesto contigo a la cabeza exigís que FJL sea privado de su derecho a hablar bien de sí mismo, a hablar bien de sus ideas políticas, a hablar bien de sus intereses ideológicos... Ricardo, en una palabra: censura. Por lo demás, reitero que FJL no es periodista (mecachis con vuestras fuentes de información, flota sobre vuestras cabezas una demanda por no ser veraces), pero que, lo fuere o no, su deber para con la audiencia es la veracidad, sin violar el resto de derechos que ya habré mencionado tropecientas veces. No tiene, ni él ni cualquier otro informador, más obligación que esa.
Por todas estas razones, los firmantes de esta petición solicitamos a la Conferencia Episcopal Española que, sin necesidad de variar la línea editorial de la cadena COPE, y sin tener por qué renunciar a la realización todas aquellas críticas que crea necesarias al Gobierno de la Nación, a los partidos políticos que lo apoyan o a otras instancias o instituciones que considere criticables, desautorice la práctica profesional de Federico Jiménez Losantos y le retire de la dirección del principal programa informativo de la cadena COPE.
Donde pasamos de las memorias del pato perdido en el garaje al martirio montañés de Prometeo. En el fondo, Ricardo, y por querer parecer demócratas convencidos y ciudadanos libres, pedís al gato que se coma al ratón pero que no cambie el queso. "No es el queso", decís, "puede seguir siendo roquefort; es cómo olfatea y muerde el ratón el queso: nos irrita". Alguien con voz de Constantino Romero hablando pausada y proverbialmente puede calificar permanentemente de cómplices del terrorismo y de enemigos de las víctimas a los partidos democráticos que apoyan al Gobierno de la Nación y a todas las organizaciones y personas que no coinciden con sus postulados. Eso le pedís a la CEE: misma sustancia, menos aspavientos.
Mientras esto no ocurra, quienes firmamos esta petición, pertenecientes al más amplio abanico de sensibilidades políticas, culturales y religiosas y conscientes de que una parte muy importante de la audiencia de La mañana de la COPE procede de quienes, con curiosidad morbosa, sintonizamos la emisora de los obispos para escuchar los exabruptos y las andanadas matinales de Jiménez Losantos, procuraremos no hacerlo en el futuro, lo que ponemos en público conocimiento para que tomen buena nota de ello los anunciantes de su cadena.
Donde pasamos del martirio montañés de Prometeo a la ridiculez supina de Wichita Falls. Me gustaría ver el sesudo estudio que demuestra que una parte muy importante de la audiencia de la mañana es un contingente de morbosos... Joder, en qué pequeño mundo vivís. Pero te aseguro que no me voy a perder vuestros intentos de no escucharle. Eso de procuraremos me ha llegado al alma.
Hasta aquí llegó la riada, Ricardo. Querías argumentos y razonamientos. Hélos, creo que más que bastantes para que tengas un ataque de cordura y te percates de la mamarrachada —en forma y fondo— que patrocinas. Ya que estoy de operario de camisa-de-11-varas, te diré dos cosas para acabar:
1. Podrías haber dicho: "No me gusta la línea editorial de FJL, no me gusta su tono de voz, ni su vocabulario. No voy a escucharle más y propongo que todos me imiten hasta que la COPE reaccione". Fin del manifiesto. Lícito. Hasta elogiable.
2. Como te he avisado en comentarios, no vas a sacar nada bueno de esto. Si no retiras el manifiesto o le das una forma y fondo democráticamente aceptables, llevarás siempre una calcomanía en la chepa que no se quitará ni con aguarrás de Macedonia. En cuanto consigas quinientas firmas, los sectarios brindarán por ti y le pondrán tu nombre a las calles, pero a poco que te quede alguna lucidez no tardarás en despreciar su cerrazón y añorar cuanto con esto hayas tirado por la ventana. Y la parte de la calcomanía donde dice "tonto del culo" será la que menos te preocupe.
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