No murió, por suerte: Pero casi. Unos empleados de aeropuerto intransigentes, antihistamínicos lejos y un shock alérgico.
Enohorabuena. Con suerte en unos años habrá más muertos por las leyes de los que habría habido por un atentado. Mas varios cientos de millones de pasajeros cuya privacidad habrá sido violada (¿Por qué un empleado de un aeropuerto tiene que saber qué enfermedad tengo o que medicamentos necesito?) y su viaje bastante más penoso.
Vamos renunciando, como sociedad, a cuotas de libertad que nos ha costado milenios conseguir, reduciéndonos a simples actores secundarios que actúan como marionetas de oligarcas que no tienen ninguna representación democrática. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo; que decía el Rey Sol.
Gracias a Nico que me pasó el enlace a la noticia.