Tendría yo unos 13 años cuando un profesor trajo
este libro a clase para hablarnos de algo, ni siquiera recuerdo el qué. El caso es que yo me llevaba bien con ese profesor, así que al acabar la clase le pregunté si lo iba a usar en otras clases o, en caso contrario, podría prestármelo. Ni me miró con escepticismo de que yo me fuese a leer eso, ni me dijo el clásico 'trátalo bien'. Era un colegio pequeño, y todos nos conocíamos, y todos los profesores sabían que yo me leía todo lo que caía en mis manos y trataba bien a los libros, entre otras cosas porque más de uno y de dos me había ya dejado libros suyos. Era un colegio cojonudo con profesores cojonudos.
El libro me cambió la vida en gran medida, me hizo mirar la ciencia como debe mirársela: con la boca abierta de las maravillas que nos ofrece.
Y ahí sigo, mirándola todavía con la boca abierta, maravillado antes sus maravillas.
Hoy hace diez años que el autor murió. Aunque no me escuche vuelvo a darle las gracias.