Hace unos añitos, mientras el Prestige se hundía, Fraga y algunos otros estaban también de cacería.
Empiezo a pensar que en este país hay un exceso de cacerías entre la gente de poder. Lo que nos deja un país de pandereta, una versión real de "La escopeta nacional".
A la gente de a pie, habitualmente muy desencantados con la clase política, nos queda la impresión -o mejor dicho, nos la refuerza- de que los asuntos importantes no se ventilan en el parlamento, que no dependen de la soberanía democrática.
Por cierto, detesto la caza.