Miedo irracional
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By Akin since 2002
No debía tener más de 9 o 10 años. Venía de las fiestas parroquiales y era muy de noche, sobre la una o las dos. En aquel entonces las fiestas del pueblo eran como el concurso de Eurovisión, un acontecimiento anual, importante cuando no había apenas ofertas de ocio (mi ocio se dedicaba básicamente a la lectura de todo lo que caía en mis manos)

El camino desde la zona de la verbena nocturna hasta mi casa pasaba por un camino sin asfaltar y sin luces, aunque recuerdo que sí veía bien el camino por ser una noche estrellada. Visto ahora desde lejos me recuerdo como un niño muy pequeño, no sólo por ser muy joven, sino porque de chico era mucho más bajito que casi cualquier niño de mi edad. Venía solo y relativamente tranquilo, nunca había tenido miedo a la oscuridad ni había animales salvajes de los que preocuparme. Las veras de aquel camino sin luces eran boscosas y con maleza.

Estaba como a trescientos metros de mi casa cuando empecé a tener miedo, sin ninguna causa racional más que la oscuridad y la soledad, pero en mi imaginación se juntaron escenas de lobos y perros salvajes. Recuerdo que traté de racionalizar todo y analizar que no había causa, pero el ritmo de mis latidos iba en aumento y la adrenalina también. Seguí manteniendo el control, aunque a duras penas, me obligué a caminar normal, sin correr, y en un momento dado que ya no podía mantener mis imaginaciones al margen me obligué a pensar en ellas y hasta cierto punto ridiculizarlas, como si lo que estuviese ante mi fuese un Boggar, ese bicho polimórfico que toma la forma de aquello que más tememos. No conseguí ejecutar el encantamiento Ridikulo y reírme de ese miedo, pero conseguí mantenerlo controlado el tiempo suficiente. Mantuve ese precario control sobre mí mismo durante unos doscientos metros, hasta que vi mi casa y las luces al fondo. En ese momento la realidad me asaltó de golpe y mi corazón dejó de temblar a aquel ritmo infernal, todos mis miedos huyeron de golpe y el racionalismo dominó de nuevo mis pensamientos. En los últimos cien metros no pude dejar de pensar en el miedo infantil e irracional que había pasado, y me prometí a mi mismo que no me dejaría dominar por el miedo a la oscuridad y que no evitaría los caminos oscuros en el futuro. Lo conseguí.

Tenía olvidado todo esto, ni siquiera sé por qué ha vuelto hoy a mi mente, pero recuerdo a mi yo infantil con cariño por aquella gesta.

Y recuerdo ahora que más tarde me dejé fascinar por algunas cosas del mundo paranormal, en concreto por la fascinación de pueblos antíguos tecnológicamente avanzados, pero que en aquel momento intuí que la respuesta a los miedos irracionales era el racionalizarlos y no el pedir ayuda a otro ser irracional. Aunque yo era cristiano en aquel momento no se me ocurrió pensar en dios ni rezar a nadie, por aquel entonces yo no sabía todavía que más tarde sería ateo, de hecho no me reconocí como tal hasta años más tarde, superada mi primera adolescencia.

Y dejo esta reflexión porque ayer volví a plantearme si el ateísmo o la religiosidad no tendrán mucho que ver con genes y química, o con hormonas, o con cualquier otro elemento de nuestro hardware. Ciertamente yo no consigo recordar ningún episodio antes de esa edad donde hubiese sabido del ateísmo o el racionalismo, y como desconocía el concepto no era una opción, todo mi entorno y mi crecimiento había sido en un ambiente cristiano. Aunque al igual que otras cosas años más tarde supe que no era del todo cierto.
01:00 del 2004-05-05 # 0 Comentarios

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