Extraño sueño
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By Akin since 2002
El chico tendría unos dieciséis años, tenía el cuerpo fibroso y fuerte de todo bailarín, pero era enjuto y de rostro aniñado, que lo hacían parecer aún más joven. Un rostro imberbe, hermoso, de nariz pequeña y respingona y labios gruesos de un llamativo color rosado, el tono de piel era moreno y le daba aspecto de tener la piel muy suave. Su mirada durante el número era concentrada, sin sonreír apenas, lo que le daba aire de inocencia.

Ella en cambio era ya una mujer, muy alta y de apariencia fuerte, con generosas curvas en las caderas y no menos generosos pechos. Podían vérsele un par de tatuajes en la espalda y su rostro, hermoso y de facciones pronunciadas, reflejaba una permanente mueca entre libidinosa y burlona, que mantenía incluso cuando estaba danzando, como si para ella el baile no fuese más que una invitación a la provocación.

La provocación estaba realmente en todo el espectáculo, un musical moderno pero de ritmos lentos, cálidos, cansinos y sudorosos, que narraba la relación entre ellos dos. Plagado de bailes sensuales donde se resaltaba el contraste de edades y de alturas, con la cabeza del chico a la altura de los pechos de ella mientras ambos realizaban movimientos sinuosos. Los movimientos en sí no eran demasiado originales, excepto que los saltos y los levantamientos los hacía la bailarina y no el bailarín, con más que sobrada capacidad de ambos para aceptar esos papeles cambiados.

Ella vestía ropas que realzaban precisamente su adulta femenidad, con unos pequeños tacones para acentuar más la diferencia, un top que permitía ver sus tatuajes y el piercing de su ombligo y una falda con mucho vuelo que dejaba ver una ropa interior roja cuando el baile implicaba rápidos giros. El llevaba un pantalón vaquero muy recortado, con las piernas descosidas, que dejaba ver buena parte de sus nalgas, junto con una camiseta de tiras anchas que le hacía parecer mas débil de lo que realmente era. Ambos llevaban también unas medias muy finas para oscurecer y embellecer el tono de la piel y ocultar sus irregularidades, como casi todos los bailarines llevan siempre.

Ese día había un evidente problema, una señora de la primera fila resultaba ser un incordio. Era evidente su clase alta por el trabajado peinado de profesional y por la forma de lucir la infinidad de joyas que aderezaban su atuendo. También debía de ser alguien poderoso porque a pesar de sus frecuentes comentarios en voz alta nadie le llamaba la atención ni le pedía silencio. Comentarios todos ellos críticos con el espectáculo, quejándose de la obscenidad de la relación que planteaba, de la obscenidad de los bailes, de la obscenidad de los atuendos, y de la obscenidad de la música.

Mas de un bailarín se había quejado, una vez había salido del escenario, de los problemas evidentes de concentración que le producían los comentarios, pero no había nada que se pudiese hacer desde la propia compañía, y tenían ya claro que nadie del propio teatro iba a intervenir. Afortunadamente el espectáculo estaba ya terminando, faltaba apenas el baile final.

Ese niño debería estar en el colegio Se oyó en todo el teatro con una voz aguda y anciana, una voz que ya hastiaba escuchar.

Estaban bailando, ambos pegados mientras movían las caderas y las manos recorrían, sin tocar, el cuerpo del otro. Sin perder el ritmo ella susurró unas palabras.

Voy a hacer un cambio, prepárate para un salto, yo te sujeto pero intenta caer muy cerca del borde del escenario.

Y tras dos pasos más lo tomó por la cintura y lo alzó con los brazos estirados hacia arriba, ayudada por el impulso que el muchacho se había dado. A continuación lo dejó caer de espaldas al público justo al borde del escenario, en una zona ya mal iluminada pues los movimientos de la coreografía no llegaban tan afuera, y apenas a medio metro de donde la señora estaba expresando sus quejas.

Cuclillas. Le dijo mientras lo dejaba descender.

Y el trasero del muchacho quedó apenas a un par de palmos de la nariz de la señora. Con un movimiento seco y rápido ella le desgarró la media dejando la nalga izquierda al aire, un ruido seco que acalló todos los murmullos.

Señora, es tierno y suave como un melocotón y mucho más dulce, créame que lo sé. Déle un bocadito, se nota que lo está deseando.

TELON gritó alguien.


http://www.pressbild.com/stockholmsstadsteater/parkteatern/2003/concertantes/bild/TschPasdeDeux-Millepied.jpg
01:00 del 2004-05-07 # 0 Comentarios

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