Las iglesias se vacían, los curas no tienen recambio y el porcentaje de jóvenes católicos practicantes cae a la mitad en cuatro años. Una situación que el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, reconoció ayer en la inauguración de la Asamblea Sinodal de la archidiócesis en una abarrotada Almudena. «La apostasía silenciosa comienza a ser una realidad entre nosotros», dijo. Y el pecado, «masivo». Según Rouco, en Madrid «se peca masivamente; con osadía, unas veces, y, otras, con displicente ligereza».
Pues sí, las iglesias se vacían, los jóvenes le dan la espalda, y si pecar es follar con condón pues sí, es probable que casi todo Madrid (todo el que quiere salvo sus fieles más fundamentalistas) peque, que toda España peque en realidad.
A juicio del cardenal, los instigadores de esta situación son las «grandes y poderosas corrientes de pensamiento y los influyentes centros e instituciones del poder económico, cultural y político».«Se han propuesto -añadió- prescindir, hace tiempo, de toda referencia y atención a la voluntad de Dios a la hora de trazar los marcos sociales y jurídicos de la vida y del futuro de los ciudadanos».
Pues sí, eso es lo que muchos nos hemos propuesto, que los marcos sociales y jurídicos pasen por eliminar las referencias a su Dios, porque esos marcos sociales y jurídicos son para todos los españoles, y no para los católicos, esos que los asuman libremente y por propia convicción si quieren. Jamás comprenderé que quieran que sus dogmas sean leyes para los demás.
Rouco denunció, con tintes casi dramáticos, que predomina la convicción de que «la clave de la felicidad y, por lo tanto, la facultad omnímoda de establecer los criterios del bien y del mal se encuentran, única y exclusivamente, en las manos y en el poder del hombre»
Pues sí, para los que no creemos en Dios así es, y en un marco de convivencia social multi-étnico, multi-religioso y multi-todo no cabe otra opción, aceptemos unos mínimos para todos y luego que cada uno asuma sus creencias de modo privado, si alguien cree que el hecho de que dos hombres se casen es pecado, pues que no se case con otro hombre, nadie lo obliga; pero que tenga el respeto suficiente para aceptar que otros lo hagan.
Lo que añora el señor cardenal es un estado religioso, al mas puro estilo de las dictaduras integristas islámicas, donde la jerarquía eclesiástica dicta las leyes morales y de convivencia y quien no las acepte sea encarcelado (o, si hacemos caso a las penas del antiguo testamento, cosas bastante peores) Estos señores de negro no comprenden, ni comprenderán, lo que es un estado de libertades ni un estado de derecho. A veces creo que no han asumido que la dictadura de corte profundamente católico que sufrimos durante 40 años se acabó hace 25.
El resto de las declaraciones siguen por el mismo camino, pero ya no me apetece comentarlas, me ha embargado algo intermedio entre la pena, la desidia, y un cierto desprecio. Quien quiera una dosis mayor puede ir a http://www.periodistadigital.com/secciones/espana/object.php?o=42938