Irichc dixit: "Cuando las parejas homosexuales puedan engendrar podrán exigir ser tratados como el matrimonio, facultad de adopción incluida."
Si la capacidad de engendrar hijos otorga el derecho al matrimonio y a la adopción entonces se debe de proceder a la anulación de miles de matrimonios de estériles ipsofacto así como a la anulación del correspondiente artículo de la carta de Derechos Humanos. Menudo argumento final. Cuán lejos queda aquel Irichc que citaba a Ulpiano y a San Francisco de Vitoria. Ahora, contrariado por el vigor y la rotundidad de los argumentos apologetas, te refugias en el nuevo ídolo del neoateismo vaticano: la naturaleza. Y digo bien, neoateismo. Porque el catolicismo es cada vez más una religión atea: "El derecho natural sería válido incluso aunque Dios no existiera", lo dijo el teólogo Suárez.
Ahora sólo la débil apelación a la naturaleza es esgrimida en contra del matrimonio gay. Es antinatural que se casen; es una enfermedad, decían antes de que se les impusiera el avance ético de la tolerancia sexual. Renunciando a Dios han caido en la trampa ya que el hombre vuela sin tener alas y se limpia el culo después de cagar.
La ciencia avanza que es una barbaridad, y cuando los gays paran ya habrán reconducido los homófobos y los carentes de voluntad de poder su mala baba hacia otra parte. ¿Los animales serán los próximos? Quién sabe.
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