El artítulo original de Jorge Valin era el siguiente:
04/10/2004
Héroes de la libertad
Jorge Valín*
“En el libre mercado cada uno se beneficia en concordancia a su valor productivo satisfaciendo las decisiones del consumidor. Bajo la distribución estatal, cada uno se beneficia en relación a la cantidad que puede saquear del productor.”
Murray N. Rothbard
—Man, Economy, & State—
Desempleada. Las prostitutas trabajamos para comerLa base de la ética liberal es muy simple: El Axioma de la No Agresión. No agresión, no significa que no podamos defendernos de agresiones o invasiones externas. No agresión significa, no agredir a otra persona o a su propiedad privada sino ha habido un ataque previo. El ilustre filósofo John Locke lo expresó así:
“[…] aquél que, en estado de sociedad [de paz], arrebate la libertad que pertenece a los miembros de dicha sociedad o estado, debe ser tenido por alguien que se propone arrebatarles todo lo demás y así considerárselo en estado de guerra.”
“Porque cuando alguien, haciendo uso de la fuerza, me pone bajo su poder sin tener derecho alguno para hacerlo, sea cual fuere su pretensión, no tengo razón para suponer que quien me arrebata mi libertad, cuando me tenga en su poder, no me quitará todo lo demás. Y, por lo tanto, es legal que yo lo trate como alguien que se ha puesto en estado de guerra conmigo, es decir, matándolo si puedo, pues a ese riesgo se expone con justicia quien introduce el estado de guerra y dentro de él es agresor.”[1]
El acto que no vulnere el axioma de la no agresión, no puede considerarse contra la ética —aunque sí podría ser considerado inmoral. Aquellos que desafían las leyes y se enfrentan al estado y grupos de presión para servir a la sociedad y ganar un beneficio no son miserables, ni delincuentes, ni antisociales; sino héroes de la libertad que actúan bajo su propio riesgo beneficiando a toda la comunidad:
La prostituta (adulta). La prostitución se está sometiendo a tela de juicio en algunos países de Europa. Los políticos quieren prohibirla alegando falsos pretextos sobre la moral y la salubridad. Ciertamente a ningún padre le gustaría que el primer trabajo de su hija fuese el de prostituta, pero quien en última instancia decidirá y correrá con los riesgos y beneficios del oficio no será el padre, ni el político, sino la chica. Sólo de ella depende su elección.
La prostituta ejerce un servicio a la comunidad donde su herramienta de trabajo es su cuerpo. Evidentemente, la prostituta tiene total derecho de propiedad sobre su cuerpo, y por lo tanto puede explotarlo como quiera. La prostituta sabe muy bien que existen otros tipos de trabajos, pero ella quiere ejercer la prostitución y no montar piezas en una fábrica ganando una décima parte. Por otra parte, el cliente se beneficia del servicio que ofrece la prostituta —como de cualquier otro servicio. En este intercambio (sexo por dinero y al revés) todas las partes ganan sin dañar a nadie.
La prostitución infantil. Si usted mantiene una relación sexual con una joven de trece años y después se va, eso no es ilegal (en España). Pero si usted le paga, está cometiendo un acto ilegal y puede ingresar en la cárcel incluso. La ley no está castigando el hecho en si, sino las relaciones mutuas y consentidas del comercio: “[…] En la misma pena incurrirá el que se lucre explotando la prostitución de otra persona, aun con el consentimiento de la misma”[2]. Si usted compra una fotografía de un menor de edad que se pueda considerar pornográfica, también será castigado por la ley. Probablemente la prostituta infantil no quiera serlo, pero a nadie le gusta trabajar. Nosotros trabajamos para vivir mejor y satisfacer a la comunidad lucrándonos por ello. La prostituta menor de edad, suele trabajar, no para vivir mejor, sino para sobrevivir en la mayoría de casos. Al prohibirle su libre elección a trabajar y obligarla a estudiar, le estamos negando una fuente de financiación fundamental para ella y su familia. La prostituta infantil suele estar en países pobres donde apenas tiene alternativas. Su trabajo le permite sobrevivir, y no vivir mejor.
El turista sexual. El eminente economista David Ricardo nos mostró el significado de la “Ley de las ventajas comparativas” (más propiamente llamada ley de asociación ricardiana). La ley de Ricardo nos dice que cada país obtiene mayor beneficio de aquello que mejor sabe producir en relación a otros países (es bien conocido el ejemplo que mostró el autor con el vino de Portugal). En algunos países, la ventaja comparativa es el turismo. Algunos de esos países viven del turista sexual. Cuando el estado lucha contra el negocio del turismo sexual por razones morales, lo único que está haciendo es ayudar a que la nación no obtenga el capital necesario para conseguir otras formas de producción en escenarios futuros. Algunos países pobres viven, por el momento, del turista sexual que a la vez alimentan otros sectores, como el de la hostelería, alimentación, ocio, etc. Si el estado crea trabas a su principal “ventaja comparativa” el turismo desaparecerá empobreciendo el resto de sectores y al país entero.
El “matón”. Un matón es alguien que vive de su capacidad para aplicar la fuerza física contra terceras personas por encargo de un segundo. Intentar prohibir este trabajo no ha provocado que desaparezca la coacción o violencia, sino que la ha incentivado. El “matón legalizado” lo representan los sindicatos con los “piquetes informativos”, las fuerzas del estado como la policía, bandas de delincuentes que la policía no puede neutralizar, etc. Desregularizando este oficio, cualquier tienda estaría libre del peligro ante la agresión de delincuentes, atracadores, y “piquetes informativos”. El matón del libre mercado no es el que ejerce la violencia gratuita, sino el que nos defiende de los “auténticos malos”.
El traficante de drogas. Nunca ha existido una lucha contra las drogas hasta que el estado entró en escena gastando enormes cantidades de dinero del pagador de impuestos. El traficante de drogas es un empresario más que quiere beneficiarse dando a la gente lo que pide. Aquí no se engloban sólo las drogas blandas y duras, sino también aquellos medicamentos que el estado decreta partidariamente ilegales. ¿Por qué algunos medicamentos son ilegales en Estados Unidos o Japón, y no lo son en España, Bolivia, Venezuela, Argentina, etc.? ¿Es que el medicamento afecta de forma diferente según se sea español, americano, alemán, etc.? Evidentemente no. El estado y las leyes no están interesados en la salud, sino en su propio beneficio.
Si nosotros somos los propietarios de nuestro cuerpo, nadie ha de prohibirnos qué hacer con él. Las obstinadas prohibiciones al tráfico de drogas no han evitado su creciente consumo, sino a juicio de las estadísticas, parece ser lo contrario.
El estado también defiende que “las drogas generan delincuencia y dependencia”. En los años veinte en Estados Unidos se prohibió el alcohol por factores similares. La prohibición hizo aumentar la delincuencia popularizando los famosos gángsteres y la corrupción policial. La prohibición de las drogas no lucha contra el crimen, sino que lo incentiva. La adicción, ya sea a las drogas, al chocolate, a la colección de música, o a comprarse trajes de forma compulsiva, es una elección libre del individuo que nadie nos puede prohibir[3]. El empresario que suministra cualquier tipo de droga, es un héroe que lucha para satisfacer las necesidades de los demás.
El corredor de apuestas ilegal. En la mayoría de países occidentales el juego “es un mal que necesita ser controlado por el estado”. En este marco, el empresario del juego es gravado con fuertes impuestos que actúan como barrera de entrada al sector. Cuando el estado ha tomado el monopolio del juego a gran escala, no elimina el “dañino vicio de jugar”, sino que utiliza estas barreras para ser el mayor productor de juego y así aumentar sus ingresos. Cualquier lotería del estado mueve más dinero que cualquier otro tipo de juego ilegal a escala nacional.
El traficante de armas. Los delincuentes están encantados con las leyes anti–armas. Saben que cualquiera es un objetivo fácil para su agresión armada. Las leyes contra las armas no han impedido la delincuencia, muertes, ni “violencia de género” con resultado de muerte en más de cien años. El hombre desarmando es la víctima fácil del delincuente doméstico.
La Carta Magna fue creada en el S. XIII por el miedo que tenía el rey a una revuelta popular. Tanto el rey como los ciudadanos disponían de las mismas armas. Cuando el estado se asegura que nadie se pueda defender, se vuelve omnipotente y tiránico. El traficante de armas ilegal nos da la oportunidad de poder defendernos de las pequeñas y grandes agresiones. Aquel empresario que nos provee de armas sin estar registradas es un héroe.
El chantajista. Si usted descubre que su amigo Juan comete adulterio y se lo cuenta a todos sus amigos, nadie puede acusarle de haber cometido un delito. Pero si en cambio, usted va a su amigo Juan (el adúltero) y le pide 100 dólares para no difundir su secreto, entonces estará cometiendo un acto ilegal: el de chantaje. Otra muestra donde ley y justicia no tienen nada que ver.
El término “chantaje” proviene del francés “chantage”, de “chanter”, que a la vez viene del latín “cantare” que significa “cantar”. La definición es importante ya que no tenemos que confundir chantaje con “extorsión”. Extorsión implica el uso de la fuerza física (el recurso preferido del estado contra el individuo). El chantaje, por el contrario, nunca llega a la fuerza física, y cuando lo hace, deja de ser chantaje para volverse extorsión.
Chantaje es no difundir el secreto de otro a cambio de dinero, y por lo tanto, es una transacción comercial pacífica del libre mercado —tal vez nos parezca inmoral, pero no vulnera la ética. En este proceso, se intercambia la libertad de expresión de uno (el derecho del chantajista a expresar lo que sabe) por el dinero de otro (el chantajeado). Prohibiendo el chantaje, el estado incentiva precisamente aquello contra lo que quiere combatir: más chantaje. En este marco, el chantajista puede chantajear mil veces a otra persona por el mismo hecho. Legalizando el chantaje las partes pueden hacer un contrato que plasmase el intercambio de los dos (dinero por silencio). Siendo así el chantaje no podrá repetirse. Que se firme un contrato no significa que en caso de incumplimiento el “problema” se haga público —puede mediarlo un árbitro o notario individual. El contrato es la garantía natural que ha establecido el libre mercado para asegurar los derechos de oferta, demanda y del individuo que vive en sociedad.
El capitalista explotador. En el lenguaje coloquial “capitalista explotador” es simplemente una persona o empresario rico —el político, que vive mejor que un rico, y ha amasado su fortuna con la extorsión, es considerado en cambio un “benefactor”. El capitalista explotador (empresario rico) es aquel que se ha sabido adaptar mejor a aquello que la gente pide. Cuanto antes ofrezca el empresario las más urgentes necesidades del consumidor, más rico será.
Además, el empresario rico, si quiere mantener su fortuna, enfoca sus decisiones al futuro, es decir, ahorra y mantiene unas preferencias temporales bajas (tiene visión y previsión de futuro por así decirlo). Esta previsión, no sólo le permite su auto–subsistencia sin depender de nadie más, sino que su esfuerzo permite crear más trabajo, más producción, más satisfacción para el consumidor y más riqueza para la sociedad.
La figura opuesta al capitalista explotador, es la “clase marginal explotada”. En la actualidad se tiende a creer que la causa que lleva a la pobreza es la falta de oportunidades que brinda la sociedad, el Capitalismo y la globalización. Asumir estos falsos pretextos implica aceptar que todos somos culpables de la pobreza menos el pobre. Si un “sin techo” pide dinero en la calle, la culpa no es de él, sino de la sociedad que no le ayuda, y la sociedad somos todos, es decir: ¡usted es el culpable que ese hombre sea pobre! Por regla general el pobre o “explotado” tiene unas preferencias temporales muy altas, sólo valora el presente y no el futuro. La valoración extrema del presente, en decremento del futuro, significa enfocar su vida hacia gratificaciones inmediatas como el hedonismo, la ociosidad, la baja producción y el parasitismo. (El caso extremo, es el homeless que se emborracha cada día para no pensar en el mañana).
Las ayudas del estado, especialmente las del “estado del bienestar”, incentivan esta clase de aptitudes. El pobre no demanda más libertad e independencia para labrarse un futuro mejor nacido de su esfuerzo, sino más salario mínimo, más bajas por estrés, más subvenciones, más ayudas estatales, más sanidad pública, más privilegios sectoriales, y más leyes que le permitan vivir bien sin hacer nada a expensas de los productores. Mantener las leyes del “estado benefactor” que luchan contra el “capitalista explotador” y pretenden defender al “explotado” sólo implican luchar por el hedonismo, el parasitismo, la dependencia, la servidumbre y la paulatina pobreza de todos. El capitalista explotador combate día a día para evitar este colapso, y por lo tanto es un héroe.
El especulador económico. Si todos pudiésemos gozar de lo que nos apetece en ese momento, eso significaría que no hay escasez de recursos. En este entorno la economía no haría falta, todos viviríamos en el fabuloso Jardín del Edén. Pero los recursos son escasos, y el mecanismo natural para regular esta escasez es el precio.
Gracias al especulador podemos disfrutar de los bienes según nuestras valoraciones subjetivas y según el esfuerzo que hemos creado para obtenerlos. La función del especulador es “regular” las relaciones entre oferta y demanda de forma natural. Cuando alguna ley prohíbe los “precios altos” o la especulación, el colapso es inevitable creando continua escasez en el proceso. Los únicos beneficiados a las prohibiciones de la especulación y “precios altos” son unos pocos privilegiados: grupos de presión, y los que acceden primero a esos recursos gracias a los derechos positivos que otorga el estado (otra vez “la clase explotada”). La gran mayoría de la sociedad sólo se podrá conformar con más escasez, menor calidad y racionalizaciones estatales sin poder hacer nada para evitarlo. Otra vez, mediante la regulación e intromisión estatal, se ha conseguido el objetivo contrario al deseado. El especulador económico al intentar evitar la garra del estado, es un héroe.
El especulador financiero. No hay diferencia entre el especulador financiero y el especulador económico, sólo la forma cambia. El especulador financiero es aquel que mantiene las naturales relaciones entre oferta y demanda. No es él el causante de las crisis ni “burbujas”, sino la intermediación estatal.
El estado toma un altísimo grado de endeudamiento que es incapaz de cubrir mediante la expropiación de los impuestos. Este endeudamiento lo cubre con deuda (nacional, local, etc.) emitiendo una cantidad de dinero extra al mercado que desmonta la estructura natural. Mediante el llamado “control de precios” los bancos centrales varían los flujos de capitales entre diferentes mercados creando una continua sobre oferta de medios fiduciarios. Cuando las diferencias son insostenibles, el especulador financiero es el encargado de devolver el equilibrio a este desajuste creado por el estado, bancos centrales y otros órganos supranacionales.
Además, los órganos reguladores del mercado financiero en su “lucha contra la especulación” sólo la favorecen más creando mayores desequilibrios y haciendo que sólo pierdan aquellos que nada tienen que ver directamente con el mundo financiero, entorpeciendo y expulsando el capital extranjero y nacional. Cuando entra en escena la figura del especulador financiero, la estructura de capitales vuelve a su cauce natural. El especulador financiero nos defiende de la sobre oferta de medios fiduciarios del estado. En ese momento el especulador financiero es un héroe.
El empresario contaminador. Los economistas neoclásicos (keynesianos, monetaristas, etc.) mantienen que la contaminación es un coste social pagado por una mayor producción y bienestar. La suma agregada de “bienestares” es mayor al coste agregado de la contaminación, por lo tanto, la contaminación ha de prevalecer. Apoyándose en esta absurda teoría, el estado ha encontrado un arma fantástica para legislar las empresas privadas y ser el principal comerciante de contaminación entre países. Al nacionalizar el aire, calles, espacio aéreo, etc. ha generado la llamada “tragedia de los comunes”. Es decir, cuando un bien económico no es gestionado por medio de las valoraciones subjetivas del individuo, éste se extingue.
El problema de la contaminación yace en el principio de los títulos de propiedad. En una sociedad libre, si alguien invade nuestra propiedad con contaminación —es una agresión a la propiedad privada— podemos defendernos contra el contaminador mediante demandas individuales. Cuando el estado considera suyo el aire, calles, ciudades, etc. la contaminación es inevitable generando un entorno y economía insostenible. El empresario contaminador es el que lucha contra estos falsos títulos estatales. La solución a la contaminación, es la privatización de lo que en origen siempre ha sido del individuo (y sociedad civil).
El empresario sumergido. El empresario sumergido es aquel capaz de esquivar la extorsión estatal creando productos y servicios más baratos al consumidor: CDs de música piratas, video juegos, tabaco ilegal, exportaciones clandestinas, etc. Su acción genera riqueza adicional a la sociedad con más trabajos, más riqueza dentro del mercado (no recaudado por la estéril mano del estado), etc. Su contribución social es innegable. El empresario sumergido permite dar trabajo al inmigrante, al joven sin empleo y favorece al consumidor dejando el dinero dentro del sector privado. El empresario sumergido es uno de los grandes héroes del libre mercado.
El falsificador de marcas. Usted quiere comprarse unos tejanos que ponga bien claro “Levi’s”, pero no quiere pagar su precio porque lo considera muy alto. ¿Le daña a usted, como consumidor, comprar unos tejanos que ponga “Levi’s” por una tercera parte de su precio aunque realmente no procedan de tal empresa? Evidentemente no. Si los compra es porque quiere, nadie le obliga. En este intercambio, tanto usted, como el falsificador de marcas han salido ganando de una pacífica transacción comercial. Pero, ¿el falsificador de marcas daña al mercado?
Desde el punto de vista de la oferta, la libertad total de mercado favorece a los productores que mejor se adapten a las necesidades del consumidor. Para conseguir este fin no hacen falta leyes antipirateo, antidumping, ni barreras comerciales, ni subsidios, ni impuestos. Al revés, estas acciones estatales incentivan aún más la falsificación de marcas. Sin restricciones a la economía privada, el productor puede crear una mayor variedad generando “multimarcas” para un mismo producto satisfaciendo así a los diferentes clientes potenciales[4]. Si el estado aumenta los controles a las mercancías, vigilancia aduanera, burocracia, etc. financiándolo todo con más impuestos sólo conseguirá que entren menos productos legales en el país. En reacción aumentarán las entradas de productos ilegales que no pagan impuestos ni pasan aduanas.
El traficante de niños. Hay padres que desean tener hijos pero la naturaleza no les ha otorgado este don. Desde hace unos años en España se ha puesto de moda adoptar niños y niñas procedentes de China. El periodo de espera es superior a tres años y los padres han de invertir una enorme cantidad de dinero y esfuerzo personal para conseguir un hijo. Por otra parte, hay padres que tienen demasiados hijos, o hay orfelinatos repletos de infantes bajo la perniciosa tutela del estado.
El estado tiene el monopolio del tráfico de niños haciendo que su gestión sea muy dañina para los países oferentes de niños, y los países demandantes de niños. Si se eliminan todas las leyes sobre el tráfico de niños se crearán empresas intermediadoras entre oferta y demanda. Eso mismo es lo que hacen las empresas de viajes programados. Si el estado considerase inmoral hacer un viaje programado y lo gestionase el propio estado, no viajaríamos más de una vez en nuestra vida y supondría un coste inmenso. El traficante de niños privado (ilegal), es un héroe que satisface las necesidades de aquellos que desean un hijo hasta el punto de saltarse la ley y asumir las posibles consecuencias.
En conclusión
Con esta somera revisión de puntos, donde podríamos enumerar muchos más, podemos sacar dos claras conclusiones. Una es que las acciones del estado, aún luchar por valores tan elevados como la igualdad, la ley, contra la pobreza, etc. siempre llevan a sus consecuencias inversas. El salario mínimo crea más desempleo, los subsidios crean dependencia y parasitismo incentivando la ociosidad, delincuencia, etc.; la fijación de precios crea más escasez; la prohibición de los “matones” y armas crea más inseguridad; La prohibición del chantajista, crea mayores chantajes; las leyes en contra de la falsificación generan más falsificaciones; la lucha estatal contra la especulación genera más especulación y posteriores crisis; y un largo e interminable “etcétera”.
La segunda conclusión a la que podemos llegar, es que es muy pernicioso mezclar la moral con el mercado. La moral es un concepto subjetivo, la “ética política” del derecho natural u orden natural en cambio, es la que nos da el arsenal para colocar a cada definición en su lugar entendiendo el mercado como un proceso natural y libre que se retroalimenta siempre de una forma sostenible.
Moralmente podemos estar en contra de algunos oficios o actos, pero eso no significa que sean dañinos o que perjudiquen a los demás. El libre mercado se basa en la interacción pacifica de los participantes. Una sociedad libre también nos permite defendernos de aquellas acciones no pacíficas —que en realidad son minoritarias aunque el estado las magnifique para su propio beneficio. La función del estado, durante más de un siglo y analizada por sus hechos y no intenciones, es hacer perdurar la violencia de los grupos de presión, los privilegios de unos a expensas de los otros, la creación de monopolios, el camino a la pobreza y la guerra total a escala internacional.
La “izquierda” al examinar estos casos sólo ve relaciones directas y lineales donde su solución siempre es la misma: más leyes, más prohibiciones, más privilegios a las “elites”, más interferencia estatal, etc. Sus conclusiones se basan en conceptos morales incapaces de solucionar “ese gran problema” que tanto quieren restringir. Desde hace más de cien años los políticos siempre nos están diciendo lo mismo: “aún hay mucho por hacer”. Y de aquí 300 años, seguirán diciendo lo mismo.
Cuando alguien tiene la capacidad de imponer su moral al resto de la comunidad, es cuando nace la tiranía y la esclavitud; y en la era moderna estos conceptos se llaman: estado y grupos de presión.
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[*] Jorge Valín. Economista seguidor de La Escuela Austriaca y Paleo-Liberalismo filosófico.
Articulista y autor de un manual sobre la Teoría de Elliot y de un Manual de Bolsa. Colaborador habitual del Instituto de Libre Empresa (ILE), Poder Limitado y Liberalismo.org entre otros.
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[1] Las cursivas son mías. John Locke. “Segundo ensayo sobre el gobierno civil”. Ed. Losada. Buenos Aires 2002. Capítulo III.
[2] Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. Artículo 188.
[3] El consumo de drogas no significa adicción. Según el Observatorio Español sobre Drogas, el 3,5% de los españoles ha consumido alguna vez cocaína; el 1,5% la ha consumido en el último año; y ¡sólo el 0,6% ha consumido cocaína en los últimos 30 días! Para luchar contra este porcentaje, que no significa que sean adictos, el estado ha gastado más de 300 millones de euros este año.
[4] Por otra parte, si lo que queremos es que Levi’s tenga cuantos más beneficios mejor sin atender las decisiones del resto de productores, ni consumidores, ni a su calidad, ni precio; entonces digamos al estado que cree más leyes, más barreras al comercio y que otorgue el monopolio de los tejanos a Levi’s.
Lamento no mantener las cursivas, pero me da pereza. En todo caso, me alegro de haber podido recuperar el artículo completo, hasta la foto de la conejita con la que lo acompañaba.