La gente lo tacha de intervencionista, visionario y loco.
Sin embargo en el siglo XX todo eso estaba más que logrado y nos parece lo más normal del mundo.
Ahora nos imaginamos en el siglo XXI, un loco hace leyes que obligan a que las mujeres cobren lo mismo que los hombres por similar trabajo, a que haya tantas mujeres como hombres en muchos sectores productivos, a que dirijan ministerios y gobiernos y dirijan grandes empresas donde los consejos de dirección tienen tantas mujeres como hombres. Que permite que la gente se case aunque sean del mismo sexo y que puedan abortar con libertad en las primeras semanas. Y que no obliga a los niños a estudiar religión en la escuela y deja de subvencionar a las confesiones mayoritarias apartando poco a poco a la religión de la sociedad.
Finales del siglo XXI, todo eso está más que logrado y les parece lo más normal del mundo.
Hoy en la SER he escuchado a italianos de a pie envidiarnos a Zapatero porque ellos verán mañana enfrentarse a Prodi contra Berlusconi, los dos mismos candidatos que compitieron en 1996, dos candidatos del siglo pasado. Y nos envidiaban a ZP porque lo ven como el representante de una nueva socialdemocracia moderna, capaz de modernizar la sociedad a base de leyes que la obliguen y dar una salida a roles que siguen marginados socialmente como es la mujer y los homosexuales. Una modernización imprescindible para seguir avanzando como sociedad.
Y me he quedado pensando que a pesar de las sombras que veo en la labor de ZP (básicamente en economía, política fiscal y empleo, donde no ha variado la línea del PP -alomojó [1] es que no se puede variar-) si he visto unas cuantas leyes sociales que están destinadas a provocar cambios sociales más que necesarios y que darán sus frutos a largo plazo. Leyes que aplaudo y en muchas de las cuales me siento representado (con matices, igual habría que afinar más, pero todas ellas necesarias). De hecho, me he quedado pensando que un proyecto social necesita un par de legislaturas, con suerte en la segunda, y con otro modelo de gobierno -quizás con un pacto de legislatura firme con otro grupo político- siga con las reformas necesarias y entre en la reforma de la ley del aborto y en los acuerdos de financiación de la Iglesia Católica. Dos años son muy pocos para cambiar a una sociedad, y eso es lo que lleva el gobierno gobernándonos, pero a mediados de una segunda legislatura serán seis, y con suerte ya las actuales leyes han calado como para acometer una segunda reforma que incluya esas dos citadas.
Naturalmente sólo me estoy imaginando cosas, pero como se suele decir, la historia juzgará. Como juzgará la etapa de Felipe González (cuando nos hayamos olvidado de su triste final recordaremos la tremenda trasformación social acometida) y la etapa de Aznar (no me pidan que lo analice, es pronto y tengo demasiados prejuicios).
[1] El (c) de la expresión es del guiñol de Acebes,