Hacia el final del verano se produce la recolecta del trigo y el maíz que se ha plantado en primavera. Es una época de trabajo muy duro. La recolecta de los productos del campo secos se produce bajo un enorme calor y se produce muchísmo polvo.
En Galicia, tierra de eternos minifundios y hasta hace muy poco con un enorme atraso industrial y económico que generaba formas de vida prácticamente medievales, o al menos pre-industriales, el proceso implicaba a todos los vecinos, para suplir con mucha mano de obra la falta de la adecuada maquinaria agrícola.
Creo que soy la última generación que ha participado en una "malleira", lo hice en un par de ocasiones siendo niño. Ahora las máquinas suplen la mayor parte de aquella mano de obra y el proceso como yo lo conocí (muy parecido al de mis padres y abuelos) no creo que se dé ya en ningún lado.
De haber tenido entonces la visión que ahora tengo, creo que habría tomado nota con pelos y señales, ahora solo tengo -desgraciadamente- unos vagos recuerdos.
El proceso involucraba a toda la aldea, con tareas específicas repartidas por edades y sexos, las ancianas en un lado con el grano, los hombres segando y trayendo, las mujeres jóvenes "mayando" (golpeando con varas el trigo para separar el grano de la paja) y los niños ayudábamos a almacenar la paja y recadeo general.
El proceso empezaba temprano, y si todo iba bien, a la hora de comer se había acabado con lo urgente y todos íbamos a comer invitados por quien había hecho la malla.
Era un día de mucho trabajo, pero también de fiesta y alborozo.
Después el trigo iba a parar a un molino eléctrico, al menos esa parte de la industrialización ya había llegado a mi aldea a finales de los años 70, aunque aún era un invento reciente.
La generación de mis padres todavía conoció los molinos de agua, de los cuales hay cientos en Galicia en cada arrollo de los tantos y tantos que pueblan nuestra geografía. El que pasa por cerca de mi casa es pequeño, no tiene ningún fragmento, creo yo, donde pudiese ahogarse un niño de 5 años cuando va realmente lleno (salvo que se diese un golpe en la cabeza) y en mi mayor excursión infantil siguiendo su curso (unos cinco kilómetros haría) pude contar como media docena de "muiños"abandonados.
En sus tiempos, cada aldea tenia uno, y aquel era un lugar de reunión social donde la gente llevaba su grano para obtener harina. Mucho más maíz que trigo en la generación de mis padres, maíz con el que se hacía broa (brona) integral.
Yo ya no viví eso (afortunadamente, no fueron buenos tiempos los de mis padres, con una Galicia produciendo autoconsumo con métodos medievales en una España hambrienta tras la terrible guerra civil. Pero los muiños quedan como monumentos abandonados y perdidos (ni siquiera sabemos conservar un patrimonio tan importante como ése) de otra época donde eran el centro, junto con las iglesias y las romerías de toda la vida social.
Todavía quedan cientos de pedras de muiño criando moho.
Y un género musical llamado muiñeira con piezas tan fantásticas como ésta: