Porque esto no lo hago por ti, lo hago por mí, porque poner por escrito cosas que me atiborran la cabeza es el único modo que encuentro a veces de dar salida a esas cosas. Aunque, como ahora, esté a demasiada distancia de tener el fondo y la forma necesarios para expresarlo con un mínimo toque agradable, siquiera coherente o comprensible, para otros.
Soy una persona en la que la ideología pesa mucho, eso me ha traído y me sigue trayendo, de vez en cuando, bastantes problemas. Este mismo blog durante algunos años fue escenario de furibundas luchas con gente de otras ideologías, sobre todo liberales y conservadores disfrazados de liberales. Los liberales defienden algo que detesto, pero en lo que, finalmente y a pesar de mi oposición racional he terminado creyendo: los hombres somos egoístas por naturaleza. La diferencia es que a ellos eso les parece positivo, y a mí no. Esa íntima creencia hace que ahora mismo no tenga una ideología clara: no creo en gobiernos, porque estarán dirigidos siempre por gente egoísta. No creo en la anarquía proque el egoísmo es incompatible con ella. No creo en el liberalismo porque no creo que de ese egoísmo pueda surgir nada positivo. No creo en las dictaduras porque, como en los gobiernos, no importa cuan justo sea el que manda porque el poder terminará corrompiéndolo.
Esta noche he ido a ver Ágora. No sé decir aún si es o no una buena película. Sí puedo decir que es una película que me ha tenido dos horas viéndola y sufriendo, porque todo lo que iba viendo me producía sentimientos profundamente negativos, desde el rechazo al asco, pasando por la ira, y una profunda tristeza que me ha llevado al borde del llanto cuando he visto quemar la biblioteca de Alejandría. Como decía antes, soy alguien profundamente ideológico, no puedo asistir a sucesos como los que se narran sin y verlos como espectador, soy partícipe de lo que sucede y no puedo evitarlo. Viendo esa película, termino convencido de que si no fuesen los cristianos los causantes habrían sido los judíos, y si no los paganos, y si no habrían sido cualesquiera otros, la barbarie y la sinrazón se alinearían con las ansias de poder para terminar del mismo modo. Sí, existen Hypathias en este mundo, faros aislados de razón, pero como la original terminan siendo abandonadas, solas y traicionadas a merced de los portavoces de la sinrazón. Viendo esa película no pude rechazar, como ella, que los paganos matasen cristianos, no pude evitar rechazar a los cristianos matando paganos, no pude evitar rechazar a los cristianos matando judíos, no pude rechazar a los judíos matando cristianos. Pero tampoco puedo dejar de creer que la religión no es más que una forma más de las luchas de poder, y que todo eso habría sucedido igual, con religiones monoteístas o sin ellas. La religión sólo es excusa y catalizador de algo más profundo.
Muchas veces he contado la historia de mi nick, Akin. Soy un construido, una miembro de una nueva especie híbrida creada a partir de Oankalis (extraterrestes) y Humanos. Mis parientes Oankalis defienden que la humanidad terminará autodestruyéndose por tener dos caracteres incompatibles: somos inteligentes, y somos jerárquicos. Nos matamos por jerarquías, y ponemos nuestra inteligencia al servicio de esa guerra. Creamos nuestra tribu, le damos nuestros rasgos distintivos, con ello nos separamos de los demás, y los demás pasan a convertirse en rivales y enemigos. En Ágora son los dioses las excusas, pero lo vemos constantemente, roqueros odian poperos, pijos odian hippies, socialistas odian populares, madrileños odian barcelonistas, y los góticos odian a todo el mundo. No es tan importante a qué tribu se alista uno, como el tener una tribu de propios y con ello uno 'otros' a los que odiar, en mayor o menor medida.
Somos jerárquicos, y por eso nos destruimos. Por eso invadimos países, condenamos al hambre y la miseria a un tercio de la humanidad, o mentimos y tergiversamos lo necesario para ganar batallas contra los otros.
Somos egoístas, somos jerárquicos, ambas son caras de una misma moneda. Y el resultado es que cuando somos muchos nuestro dios es el bueno, y el de los otros el malo, y los que no son de ningún dios aún peores. Y matamos judíos, o cristianos, o desollamos mujeres porque no creen en nuestro dios y enseñan cosas diferentes a las que nosotros creemos que debemos enseñar.
Y sea cual sea el gobierno, será egoísta y jerárquico, porque así son las gentes a las que representan. Como he dicho muchas veces, si un gobierno com el español fuese a una cumbre europea a pedir menos dinero para nosotros, la gente lo lapidaría, porque exigimos que defiendan nuestros intereses sin pararnos a preguntar si esos intereses son o no justos, o si son o no éticos. Pedimos que se comporte egoístamente y ni nos podemos plantear que se comporte de otro modo. Algunos podemos plantearnos que no debiera ser así, pero sólo lo hacemos a veces. Quizás haya gente que lo diga siempre, pero no he conocido a nadie que lo haga. Y si los hay, son una minoría tan minoritaria como una Hypathia en la Alejandría del siglo IV.
Soy alguien profundamente ideológico que ya no cree en ideologías, tengo creencias fraccionarias, pero soy incapaz de articular con ellas una ideología completa, un modelo social al que aspirar. Y si lo consiguiese, tampoco lo creería posible. Tengo la certeza de que no hay camino bueno. Las dictaduras no son un camino, y las democracias tampoco.
Úrsula K.Le Guin, una de las autoras que más he admirando siempre, llegó a conclusiones parecidas a las mías y las puso por escrito en una de las novelas más magistrales que he leído nunca: "Los desposeídos". En ella, los habitantes de Anarres han desarrollado una sociedad anarquista, hasta el punto de haber evitado los posesivos y dejar de existir 'mis cosas' sino 'las cosas que yo uso'. En un mundo donde todo es compartido hasta un extremo impensable, surgen grupos de poder que evitan que la verdad que el protagonista descubre tenga salida. En un mundo donde no existe el 'mi', una hambruna provoca asaltos a trenes de alimentos porque el 'nosotros' es más importante que el 'ellos' aunque ellos estén peor que nosotros. Incluso en una utopía extrema, en extremo imposible, la jerarquía se abre paso porque es inherente al ser humano.
Existe un juego de rol llamado Midnight (en realidad un escenario de D&D, pero es lo mismo) que se basa en una premisa difícil: El Sauron de esa cosmología ganó la guerra, y el mundo es un lugar de maldad, donde unos héroes del bien no tienen sitio porque nadie los apoya, además no hay esperanza de que eso cambie nunca, el mal se ha hecho demasiado poderoso. Yo no juego en ese escenario, para mí es demasiado duro, ¿Cómo puedo interpretar un héroe del bien en un mundo donde el mal reina de un modo tan absoluto que no hay esperanza alguna? La respuesta que los fans de ese mundo me dan es que no es necesario la esperanza de cambiar el mundo, lo importante son pequeñas victorias aunque sepas que al final llegará la derrota. No soy capaz de jugar, me produce un rechazo absoluto, yo no soy capaz de ser Hypathia.
El mundo actual me parece un Midnight, como me lo parece el del siglo IV, hay pequeños faros de razón y luz en un mundo irracional y de oscuridad. Hay Hypathias aisladas en un mundo dominado por los intolerantes. Somos la generación que puede acabar con la pobreza y la que mayor números de pobres tiene. Somos la generación de la ciencia, y la barbarie se hace sitio cada vez más en todos lados. El mundo árabe se lanza al integrismo. En el civilizado occidente nos apropiamos de la riqueza de otros para vivir a su costa. El papa dice a un montón de científicos que deben de abstenerse de estudiar el Big Bang porque esa es la creación de Dios y ellos no deben inmiscuirse. Y tachan de asesinos a quienes investigan genética a partir de embriones, los más radicales de sus fieles quieren encarcelar a los científicos que lo hacen, como hace muchos siglos desollaron a Hypathia. El integrismo religioso y la ultraderecha crecen en toda europa y cada vez más llegan partidos a la eurocámara que en nada se diferencian de los más intolerantes de los árabes o de los partidos que hace algo más de 50 años asesinaron en masa a millones de inocentes en la segunda guerra mundial o las dictaduras posteriores. Son los 'ellos' creando su tribu con la que odiar a los otros, porque piensan diferente, porque son de otro lugar, porque investigan ciencia que ellos creen que no se debe investigar, son los Cirilos que con la sinrazón matan Hypathias. Y sólo es cuestión de tiempo que lo consigan. Sinceramente yo no veo salida, no creo en ella.
Esta noche me he enterado de que ha muerto Mercedes Sosa, hace ya una semana. Mercedes fue una de las autoras de muchos himnos de mi revolucionaria juventud. Me ha dolido su muerte, y más aún no haberme enterado de su muerte, y me ha dolido porque el no haberme enterado tiene mucho que ver con mi descreencia y mi renuncia al activismo. No me siento orgulloso de ello. Sé que no es necesario creer en una esperanza universal para luchar. Sé que debería jugar en Midnight aún no creyendo en la esperanza, sé que lo importante son las pequeñas victorias porque una pequeña victoria cambia la vida a alguien y eso ya es una victoria absoluta. Sé que si Mercedes me leyese la defraudaría. Sé todo eso, y no me siento orgulloso de mí mismo. Sé todo eso y renuncio a hacerlo día a día, como muchos otros me he autoanestesiado. Y como no encuentro voluntad de cambiar cosas, ni siquiera he estado lo bastante cerca de los lugares donde se cambian cosas y donde, sin duda, la muerte de Mercedes no ha pasado desapercibida.
Y como he renunciado a cambiar cosas, como no encuentro mi propia ideología y gran esperanza, no leo libros ni veo películas que pongan en cuestión esa renuncia. Hoy he visto Ágora, y esa renuncia ha sido sacudida en sus cimientos, y por eso he tenido que escribir toda esta cháchara sin sentido. Porque al contrario que Hypathia yo no soy capaz de seguir luchando.
Porque yo creo que por mucho que luche, termiré, como ella, viendo como hordas de gente termina quemando siglos de conocimiento en aras de un dios inexistente.
No tengo respuestas, no tengo esperanzas ni claras salidas a mis renuncias. Creo que me hago viejo y cínico. No me siento orgulloso de ello, de hecho estoy tan poco en paz conmigo mismo que una simple película me sacude los cimientos hasta obligarme a escribir un tocho enorme que nadie debería leer, ni siquiera yo, como modo de calmar un poco mi conciencia y poder volver al adormilamiento emocional e ideológico en el que sobrevivo.
Hoy he ido a ver Ágora y he pasado dos malas horas porque lo que Amenábar me ha mostrado ha sacado a la luz mis propios demonios. Pero ya no tengo utopía que ofrecer y en la que creer.
