Se llama Oscar Smitch Becerra, y no os suena porque no jugaba a futbol sino a baloncesto.
Según sus propias cuentas le faltaban menos de 300 puntos para alcanzar los 50.000, creo que tardaremos muuuucho tiempo en ver a alguien acercarse de lejos a esa marca.
Y es que Oscar era básicamente un anotador, o por reducirlo un poco mas, un tirador, el mejor probablemente que yo haya visto nunca, tiraba con uno o dos defensores delante, de frente de lado o como hiciese falta. No era un gran defensor ni un gran reboteador, pero cuando tiraba sabías que esperarte. Sus porcentajes siempre fueron increíbles para alguien que hacía 30 tiros por partido y a quien los mejores defensores acosaban (y contando con constantes ayudas de sus compañeros). Para muestra: en la temporada anotó la friolera de 160 triples (casi 4 por partido) con un 49% de acierto. Yo tuve la fortuna de verlo en su momento, cuando ver baloncesto en España no era un lujo como es ahora.
De él dicen que estaba tocado por una mano divina, pero tambien que era un trabajador incansable, maniático del entrenamiento y obsesionado con su deporte.